
THE LATIN VOX (8 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La capacidad defensiva de Estados Unidos se enfrenta a una situación crítica.
Según fuentes con conocimiento directo de los hechos, el Pentágono dispone de apenas el 25% de los misiles interceptores Patriot necesarios para cumplir con sus planes militares globales.
Esta alarmante escasez ha tenido repercusiones inmediatas, incluyendo la pausa de los envíos de este armamento crucial a Ucrania por orden del alto mando de defensa durante la administración Trump.
Los misiles Patriot, esenciales para interceptar amenazas aéreas como misiles balísticos, han sido utilizados intensamente en los últimos meses en campañas militares en Oriente Medio, incluyendo la protección de aliados como Israel y operaciones defensivas ante ataques desde Irán.
Solo el mes pasado, EE.UU. lanzó cerca de 30 misiles Patriot para interceptar una ofensiva iraní contra su base en Al Udeid, Catar.
Ante este panorama, el subsecretario de Defensa Stephen Feinberg autorizó detener temporalmente los envíos a Ucrania mientras se evaluaba la situación de los inventarios a través del rastreador global de municiones del Pentágono.
Este sistema, gestionado por el Estado Mayor Conjunto, establece el mínimo de armas requeridas para garantizar que los planes operativos de las fuerzas armadas puedan llevarse a cabo en caso de conflicto.
Una decisión con consecuencias globales
La pausa de los envíos llegó en un momento crítico para Ucrania, que enfrenta la mayor ofensiva aérea rusa hasta la fecha. Sin capacidad para adquirir directamente armamento de los contratistas de defensa —ya que la producción prioriza los pedidos del Pentágono—, Kyiv depende casi exclusivamente de la ayuda estadounidense para mantenerse en pie.
Aunque el expresidente Donald Trump ha intentado desmarcarse públicamente de la decisión de congelar los envíos, asegurando a su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski que no fue su orden directa, lo cierto es que su administración ordenó una revisión integral de los niveles de armamento, iniciada en febrero pasado.
El bajo inventario de misiles Patriot fue uno de los elementos centrales en un memorando de recomendaciones elaborado por Elbridge Colby, subsecretario de Defensa para políticas, donde se proponían medidas para conservar municiones estratégicas ante un posible conflicto en el Indo-Pacífico, particularmente con China.
Sin embargo, la autoridad final para frenar los envíos no recayó en Colby, sino en Stephen Feinberg, un influyente exdirector ejecutivo del fondo Cerberus Capital Management, con el respaldo del secretario de Defensa, Pete Hegseth.
Producción insuficiente y prioridades enfrentadas
Estados Unidos produce cerca de 600 misiles Patriot por año, cifra insuficiente ante la creciente demanda internacional y las necesidades propias. Se estima que Irán posee más de 1.000 misiles balísticos que podrían ser usados contra intereses estadounidenses si el frágil alto el fuego en Gaza se rompe.
A esto se suma el envío previo de 2.000 misiles Stinger a Ucrania, equivalente a dos años y medio de producción, lo que agrava la presión sobre los fabricantes. Esta doble demanda —para uso nacional y ayuda a Ucrania— ha creado un cuello de botella en la capacidad de reposición del arsenal estadounidense.
Los envíos a Ucrania se han estado realizando mediante dos mecanismos: el uso directo del inventario del Departamento de Defensa y la Ukraine Security Assistance Initiative (USAI), que encarga la producción a contratistas. Ambos canales han sido impactados por la congelación, ya que los fabricantes deben priorizar los pedidos del propio Pentágono.
¿Un cambio de rumbo?
En un giro inesperado, Trump anunció esta semana, antes de una cena con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, que enviaría “más armas” a Ucrania, aunque sin especificar si incluirán misiles Patriot. Esta declaración parece responder al aumento de las críticas por parte de aliados occidentales y la creciente frustración con el presidente ruso Vladimir Putin, a quien Trump acusó de no ayudar a terminar la guerra.
Desde la Casa Blanca se confirmó que los envíos se reanudarán parcialmente, aunque sin detallar qué tipo de municiones serán incluidas. “El presidente Trump quiere detener la matanza y se ha comprometido a proporcionar a Ucrania más municiones defensivas”, declaró la portavoz Anna Kelly.
Un dilema estratégico
La situación pone de relieve un dilema profundo en la política de defensa de EE.UU.: cómo equilibrar el apoyo a aliados en conflictos activos, como Ucrania e Israel, sin comprometer la preparación militar nacional ante posibles guerras futuras con potencias como China o Irán.
Más allá de las decisiones administrativas, lo que queda claro es que la capacidad de producción de armamento de EE.UU. está lejos de poder sostener múltiples frentes simultáneos. En un mundo cada vez más volátil, la gestión de los arsenales se ha convertido en una cuestión de seguridad nacional crítica.
Crédito fotográfico: ABC News