Análisis: El conflicto de visas de trabajo en EE.UU … un debate que ignora a los trabajadores y favorece los intereses del mercado

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THE LATIN VOX (5 de enero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

En los debates sobre inmigración y visas de trabajo, lo que a menudo se olvida es que, en última instancia, los intereses de los trabajadores, tanto nacionales como inmigrantes, suelen quedar relegados a un segundo plano.

En lugar de centrarse en las condiciones de vida y trabajo de las personas, la discusión sobre el programa de visas H-1B en los Estados Unidos, que permite a las empresas contratar trabajadores extranjeros con “conocimientos altamente especializados”, ha revelado una feroz batalla entre dos facciones de la élite estadounidense, mientras la clase trabajadora queda atrapada entre las llamas del fuego cruzado.

Por un lado, están los magnates de Silicon Valley y los líderes de la corporación estadounidense, que defienden la necesidad de atraer talento global para construir el “futuro brillante” de América. Por otro, se encuentran los leales de Donald Trump y los seguidores del movimiento Maga («Make America Great Again»), que aseguran estar defendiendo a los trabajadores estadounidenses de los efectos nocivos del capitalismo global.

A simple vista, el conflicto parece tratar sobre la lucha por los intereses de la clase trabajadora, pero rápidamente se revela que, más allá de las posturas ideológicas, el verdadero campo de batalla es el mercado. En esta guerra de narrativas, las necesidades del mercado y la demanda de mano de obra cualificada se han impuesto por encima de cualquier otra consideración.

El surgimiento de la fractura en la Trumpsfera

Lo que comenzó como un desacuerdo sobre el programa de visas H-1B se ha convertido en una división interna dentro de los círculos más cercanos a Trump. Laura Loomer, activista de extrema derecha y aliada cercana del presidente electo, se mostró alarmada por la designación de Sriram Krishnan, un capitalista de riesgo nacido en India, como asesor de políticas en inteligencia artificial.

Loomer calificó de “profundamente perturbadora” la decisión de Trump, citando las posturas “de izquierda” de Krishnan y otros nombramientos similares, que ella veía como contrarios a la agenda de “America First” de Trump.

Por otro lado, Vivek Ramaswamy, ex rival presidencial y ahora ferviente partidario de Trump, lanzó un feroz ataque a lo que él percibe como la debilidad cultural de los estadounidenses: según Ramaswamy, la “cultura estadounidense ha venerado la mediocridad sobre la excelencia”, lo que habría llevado a la necesidad de importar ingenieros extranjeros, al no producir Estados Unidos los mejores talentos locales.

Este comentario, sin sorpresa, desató una feroz reacción dentro del movimiento Maga y de los activistas antiinmigrantes, que vieron en sus palabras una descalificación de los trabajadores estadounidenses y un ataque directo a la cultura del país.

El multimillonario Elon Musk, defensor del programa de visas H-1B, no tardó en entrar en escena, defendiendo el sistema y pidiendo la expulsión de los “racistas y haters” dentro del Partido Republicano. Musk, conocido por su apoyo a la inmigración y a la apertura de fronteras para atraer talento, no dudó en señalar que los ataques a su visión de la inmigración eran injustificados.

Un debate de élites: ¿Defensa de los trabajadores o del mercado?

El debate sobre las visas H-1B es solo el último de una serie de discusiones sobre inmigración y trabajo que en realidad reflejan una batalla por el control del mercado laboral más que una verdadera defensa de los intereses de los trabajadores. En este caso, tanto los proponentes como los opositores de la visa parecen ignorar las condiciones reales de los trabajadores, tanto estadounidenses como inmigrantes.

El programa H-1B ha sido criticado por muchos por ser explotador, ya que las empresas pueden manipularlo para mantener los salarios bajos y someter a los trabajadores a condiciones precarias. Los defensores del programa, como Musk y Ramaswamy, insisten en que este es un mecanismo esencial para cubrir la falta de talentos especializados en el país, pero la realidad es que muchos trabajadores se ven atrapados en un sistema donde, si se quejan de sus salarios o condiciones, pueden perder su visa y ser deportados. Esto ha llevado a que muchos califiquen el programa como una forma moderna de “servitud por contrato”.

Sin embargo, la verdadera responsabilidad de esta explotación recae sobre las empresas, no sobre los trabajadores inmigrantes. Es el abuso de poder de las corporaciones lo que perpetúa las desigualdades, no la presencia de extranjeros que buscan una oportunidad. Los críticos más sensatos deberían enfocar sus energías en reformar el sistema laboral estadounidense, exigiendo una mayor protección para todos los trabajadores, nacionales e inmigrantes, y no en demonizar a quienes vienen a trabajar en busca de un futuro mejor.

El falaz defensor de los trabajadores

El discurso de los opositores a la inmigración, que aseguran defender a los trabajadores estadounidenses, también carece de fundamento. Si realmente les importara la suerte de la clase trabajadora, apoyarían medidas que mejoren las condiciones laborales para todos, como la expansión de los derechos sindicales, la implementación de un sistema de salud universal y progresivo, o la sanción a las prácticas de acaparamiento de precios.

Sin embargo, la realidad es que muchos de los críticos de la inmigración se oponen al fortalecimiento de los derechos de los trabajadores en general. De hecho, abogan por una “flexibilidad” en el mercado laboral que favorece a los empresarios, y atacan a los sindicatos y a quienes luchan por mejores condiciones.

Este fenómeno no es exclusivo de los Estados Unidos. En países como el Reino Unido, los críticos de la inmigración suelen presentarse como defensores de los trabajadores, pero rara vez apoyan políticas que realmente beneficien a la clase trabajadora en su conjunto. La inmigración se convierte en una herramienta política para movilizar el resentimiento y no una oportunidad para fomentar una verdadera solidaridad entre los trabajadores.

La clase trabajadora como peón en un juego de élites

Al final, el debate sobre las visas H-1B y la inmigración refleja una lucha entre diferentes facciones de la élite estadounidense. En lugar de centrarse en las necesidades reales de los trabajadores, lo que se está discutiendo es cómo se puede organizar el mercado laboral para maximizar los beneficios del capital.

La clase trabajadora, tanto estadounidense como inmigrante, es vista como una mercancía que debe ser explotada y descartada cuando ya no sea útil. La política de clases para los conservadores significa mantener a los trabajadores en su lugar dentro del orden social y económico.

En este contexto, los trabajadores no son el verdadero objetivo de la disputa. Son simplemente una excusa, una herramienta utilizada para promover los intereses del mercado. La verdadera solución no radica en enfrentar a trabajadores y empleadores, ni en crear políticas que favorezcan a una u otra parte del capital, sino en crear un sistema laboral que beneficie a todos los trabajadores, independientemente de su origen.

Como bien apunta el conservador estadounidense Sohrab Ahmari, Trump se enfrenta a una contradicción inherente: por un lado, necesita alinearse con los intereses de las grandes corporaciones, como Musk, mientras finge ser un defensor de los trabajadores.

Pero la realidad es que las verdaderas necesidades de la clase trabajadora siguen siendo ignoradas en este debate. Lo que falta, tanto en Estados Unidos como en Europa, es la voz organizada de los trabajadores, que debería ser el motor de un cambio verdadero.

Crédito fotográfico: Reuters


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