
THE LATIN VOX (9 de septiembre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En apenas once meses de guerra, al menos 248 periodistas han muerto en la Franja de Gaza bajo fuego israelí, según Naciones Unidas. Lo que en el pasado generaba declaraciones de condolencia y promesas de “respetar la libertad de prensa” por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), hoy se ha convertido en una rutina en la que apenas se disimula.
El contraste con el caso de Shireen Abu Akleh, la veterana corresponsal de Al Jazeera asesinada en 2022 en Jenín, es elocuente. Entonces, el ejército israelí emitió un comunicado en el que habló de “alta probabilidad” de que hubiera sido alcanzada accidentalmente, lamentó su muerte y subrayó que la seguridad de los periodistas era un “pilar de la democracia israelí”.
Investigaciones independientes, incluido un análisis del New York Times, demostraron que no había combatientes palestinos en la zona y que Abu Akleh fue abatida por soldados israelíes. Ningún responsable fue procesado.
Hoy, incluso ese tipo de explicaciones ha desaparecido. En agosto, el ejército anunció sin ambages que había matado en Gaza al periodista de Al Jazeera Anas al-Sharif, alegando que era miembro de Hamás, sin presentar pruebas sólidas. Cinco reporteros que dormían cerca de él también murieron en el ataque; esta vez ni siquiera hubo un gesto de condolencia.
Más recientemente, un bombardeo contra el hospital Nasser, en Jan Yunis, acabó con la vida de al menos 20 personas, incluidos cinco periodistas. El objetivo, según quedó claro, era un punto fijo de transmisión: una cámara que desde hace meses servía para emitir en directo desde la zona.
De la justificación al descaro
Este cambio refleja una transformación profunda. Hasta hace poco, las FDI se sentían obligadas a guardar las apariencias frente a la comunidad internacional. Ahora, impulsadas por la narrativa de que “no hay civiles inocentes en Gaza” —una opinión que las encuestas muestran como mayoritaria en la sociedad israelí—, la muerte de periodistas palestinos apenas se distingue de cualquier otro objetivo militar.
El giro tiene varias causas. El ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 legitimó, a ojos de gran parte de la opinión pública israelí, una respuesta sin límites. A ello se suma el creciente peso de la extrema derecha en el gobierno de Benjamín Netanyahu, representada por figuras como Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, que han promovido una erosión deliberada de las instituciones democráticas.
Pero también influye el contexto internacional. Cuando Abu Akleh fue asesinada, Joe Biden estaba en la Casa Blanca y la presión diplomática obligaba a Israel a cuidar el discurso. Hoy, con Donald Trump de nuevo en el poder en Washington, Israel no solo carece de presiones externas: parece decidido a demostrar que puede ir aún más lejos, encarnando en el terreno la visión de un orden mundial basado en la fuerza y la impunidad.
El periodismo bajo fuego
En Gaza, ejercer el periodismo se ha convertido en una actividad de altísimo riesgo. Los ataques contra reporteros, cámaras y centros de prensa no parecen incidentes aislados, sino parte de una estrategia en la que la documentación de la guerra es vista como una amenaza.
Hace apenas tres años, Israel insistía en ser “el ejército más moral del mundo”. Hoy, con cámaras destruidas a cañonazos y periodistas enterrados bajo los escombros, esa consigna suena más a ironía amarga que a política de Estado.
Crédito fotográfico: Al Jazeera