
THE LATIN VOX (8 de septiembre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La economía más grande del mundo atraviesa un proceso de transformación tan caótico como imprevisible bajo el mando de Donald Trump.
El presidente, fiel a su estilo de improvisación, altera sus demandas según el momento, lanzando medidas que sacuden los cimientos de lo que alguna vez fue el modelo económico estadounidense.
La semana pasada, Trump advirtió que, si la Corte Suprema derriba su régimen de aranceles recíprocos, podría verse obligado a “deshacer” acuerdos comerciales proclamados desde lo que llamó el “día de la liberación” en abril. La declaración fue una muestra más de que nada en su política económica está escrito en piedra.
Golpes a las instituciones y a las normas
El mandatario ha intervenido en sectores estratégicos con medidas sin precedentes: tomó una participación del 10% en Intel a cambio de subvenciones federales, exigió un 15% de los ingresos de Nvidia por ventas a China y sugirió la salida del director ejecutivo de Goldman Sachs.
En paralelo, ha intentado minar la independencia de la Reserva Federal con ataques al presidente Jerome Powell y un fallido intento de destituir a la economista Lisa Cook.
También destituyó al jefe de la Oficina de Estadísticas Laborales tras datos negativos de empleo, y cesó a Jennifer Abruzzo, jefa de la Junta Nacional de Relaciones Laborales, en línea con las exigencias de sus aliados en Silicon Valley que se oponen al fortalecimiento sindical en empresas como Amazon.
El resultado es una mezcla contradictoria: un desmantelamiento sistemático de normas ambientales y laborales que favorece a grandes corporaciones, pero también un intervencionismo estatal en compañías estratégicas que algunos republicanos tachan de “socialismo”.
Una herencia de crisis y desigualdades
Trump no actúa en un vacío. La legitimidad del llamado “consenso de Washington” ya había quedado en entredicho tras la crisis financiera de 2008, cuando el rescate masivo a los bancos reveló las fragilidades de un capitalismo desregulado. La desindustrialización del cinturón del óxido, junto con el desempleo crónico en regiones fabriles, alimentó la narrativa populista que catapultó a Trump a la Casa Blanca.
Incluso su rival demócrata Joe Biden adoptó una visión más intervencionista, con su Ley de Reducción de la Inflación, que vinculó subsidios estatales a la creación de empleos y a la transición energética. Pero el ritmo al que Trump está demoliendo los últimos restos de la ortodoxia neoliberal es sin precedentes.
Inversores expectantes, riesgos crecientes
Hasta ahora, los mercados han reaccionado con cautela, sostenidos por el auge bursátil de la inteligencia artificial y la expectativa de recortes en las tasas de interés de la Fed. Sin embargo, los recientes datos laborales —con el desempleo en su punto más alto en cuatro años— apuntan a una economía que podría estar enfriándose.
“Estamos frente a un panorama de incertidumbre radical”, advierten analistas. Con tres años y medio más de mandato, el futuro de la economía estadounidense podría volverse irreconocible, y con cada semana de turbulencia aumenta el riesgo de perder la credibilidad internacional, un activo que, como aprendió el Reino Unido tras el fiasco de Liz Truss, es mucho más fácil destruir que reconstruir.
Crédito fotográfico: MPR News