THE LATIN VOX (19 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Japón se enfrenta a un dilema crucial con la posible vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. Después de años de relaciones diplomáticas y de seguridad forjadas con el apoyo inquebrantable de Estados Unidos, el regreso de Trump plantea serias dudas sobre el futuro de este vínculo estratégico, especialmente en un contexto de creciente hostilidad en Asia y una política exterior estadounidense centrada en la agenda «America First».
Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido el pilar de la política exterior y de seguridad de Japón, un aliado esencial en un vecindario marcado por potencias nucleares como Rusia, China y Corea del Norte. En los últimos meses, Japón se ha visto involucrado en confrontaciones con China en las aguas disputadas del Mar de China Oriental, lo que eleva aún más las tensiones en la región.
Ahora, con la perspectiva de un Trump de regreso a la presidencia, Japón debe afrontar un nuevo desafío. Bajo su gobierno, la agenda «America First» podría poner en riesgo la estrecha relación que Japón ha cultivado con Washington. ¿Será Japón el aliado preferido en el campo de batalla contra China o se verá afectado por las imprevisibles políticas comerciales de Trump, que podrían desatar una guerra comercial perjudicial para la economía japonesa y amenazar su seguridad?
La ansiedad de Japón ante este escenario no es infundada. En 2017, antes de convertirse en primer ministro, Shigeru Ishiba describió la estrategia de Trump como una forma de generar «ansiedad y tensión en su contraparte, creando inestabilidad psicológica para luego iniciar un acuerdo». Esta visión parece más relevante que nunca, ya que Japón enfrenta una situación en la que su relación con EE. UU. podría ser puesta a prueba por las demandas del presidente estadounidense, conocido por sus métodos impredecibles y su enfoque poco convencional en la diplomacia.
Uno de los desafíos más inmediatos para Japón es la relación comercial. Japón tuvo un superávit comercial con EE. UU. de 66.3 mil millones de dólares en 2023, y las exportaciones japonesas han aumentado significativamente desde que Trump dejó el cargo.
A pesar de este crecimiento, la administración de Trump podría mirar con desconfianza este superávit, lo que podría generar nuevas tensiones comerciales, como las que marcaron su mandato anterior. Además, Japón ha comenzado a aumentar su presupuesto de defensa, un paso que podría no ser suficiente para satisfacer las expectativas de Trump, quien ha exigido que Japón gaste más en su propia defensa, incluso sugiriendo un objetivo del 3% del PIB.
El futuro de la relación también está marcado por las tensiones sobre la presencia militar estadounidense en Japón. A pesar de que Japón paga una considerable suma para mantener a 50,000 tropas estadounidenses en su territorio, Trump podría ver esto como un punto de negociación en sus esfuerzos por «recalibrar» las alianzas globales. La persistencia de las restricciones en la constitución japonesa, que limita la capacidad del país para participar en conflictos militares, también podría ser un obstáculo en un escenario de creciente confrontación global.
En el terreno internacional, Japón ha sido un firme defensor de Ucrania, suministrando 12 mil millones de dólares en ayuda y equipo de defensa no letal. Sin embargo, el enfoque de Trump hacia la guerra en Ucrania podría diferir del de la administración Biden, que considera la agresión rusa como parte de una amenaza global compartida con China.
En cambio, Trump podría optar por centrarse exclusivamente en el desafío chino, dejando a Europa a su suerte. Este cambio de enfoque podría poner a Japón en una posición incómoda, ya que el país no acepta cambios en el statu quo por la fuerza, especialmente en el contexto de Taiwán.
Para Japón, el desafío de manejar una relación con Trump que, a menudo, parece alejarse de las normas diplomáticas tradicionales, podría resultar ser uno de los mayores obstáculos en su política exterior. Shigeru Ishiba, que asumirá la difícil tarea de suceder a Shinzo Abe, debe navegar en un terreno lleno de incertidumbre.
A diferencia de Abe, quien logró ganarse la confianza de Trump mediante su encanto personal y conocimientos diplomáticos, Ishiba se enfrenta a la ardua tarea de establecer una relación sólida con un presidente impredecible y con un estilo poco convencional.
Si bien la relación entre Japón y EE. UU. sigue siendo un pilar fundamental de la política japonesa, el regreso de Trump a la presidencia podría poner en riesgo esa estabilidad, forzando a Japón a adaptarse rápidamente a las idiosincrasias de un líder que prioriza los intereses nacionales por encima de todo. La pregunta ahora es si Japón podrá mantener su posición privilegiada como aliado estratégico o si se verá arrastrado a un entorno de incertidumbre y negociación constante.
Crédito fotográfico: Asia Society