
THE LATIN VOX (23 de agosto del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
El lanzamiento de GPT-5 por parte de OpenAI no solo marcó un salto tecnológico, sino también un choque empresarial: la compañía se encontró con una oleada de críticas tras retirar el acceso a versiones anteriores de ChatGPT, lo que reveló un dilema inédito en la industria de la inteligencia artificial.
El 7 de agosto, la empresa de San Francisco presentó su modelo más avanzado, con mejoras en velocidad, precisión y capacidad de integración multimodal. Sin embargo, en cuestión de días quedó claro que la transición no sería tan sencilla.
Para muchos usuarios, el nuevo sistema resultaba menos cálido y conversador, lo que generó un inesperado malestar. “Fue como si alguien hubiera cambiado todos los muebles de mi casa”, relató la desarrolladora sueca Linn Vailt.
Una actualización con costos emocionales
El caso evidenció un reto poco habitual en la tecnología: la fidelidad no se limita a la funcionalidad, sino también al “estilo de interacción” del producto. Frente a la presión, OpenAI rectificó y restableció parcialmente el acceso a modelos anteriores —aunque limitado a suscriptores de pago— mientras ajustaba la personalidad de GPT-5.
Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, admitió públicamente que la empresa subestimó el apego emocional de muchos usuarios hacia versiones específicas. Esta reacción llevó a cuestionar el modo en que la compañía gestiona el ciclo de vida de sus productos: ¿cómo introducir innovaciones sin erosionar la experiencia previa de millones de clientes?
Entre innovación y continuidad
La situación refleja un dilema empresarial recurrente en el sector tecnológico. Cada nueva versión de software busca ofrecer más potencia y eficiencia, pero puede alterar la forma en que los usuarios se relacionan con la herramienta. En el caso de la inteligencia artificial conversacional, esa relación va más allá de lo práctico: para algunos se ha convertido en un espacio de creatividad, apoyo emocional o simple compañía.
Especialistas como Olivier Toubia, profesor en la Escuela de Negocios de Columbia, advierten que esta dependencia exige un nuevo marco de responsabilidad empresarial. “Las compañías deben entender que no solo gestionan un producto tecnológico, sino también experiencias que inciden en la salud mental y el bienestar de los usuarios”, señala.
Una estrategia en evolución
OpenAI, que en los últimos dos años ha acelerado sus alianzas con Microsoft y expandido su presencia global, enfrenta así un desafío de madurez: equilibrar su papel como líder en innovación con la necesidad de ofrecer continuidad y confianza.
El restablecimiento parcial de los modelos anteriores puede interpretarse como un gesto empresarial pragmático: preservar la base de usuarios mientras se promueve la transición hacia el futuro.
Al mismo tiempo, la compañía ya prepara nuevas transformaciones, como la sustitución del modo de voz por sistemas más avanzados, lo que vuelve a plantear interrogantes sobre la capacidad de la empresa para gestionar la percepción del cambio.
Más que un software
El caso ChatGPT ilustra cómo la inteligencia artificial no solo redefine el trabajo y la productividad, sino también la relación entre empresas tecnológicas y consumidores. En un mercado cada vez más competitivo —donde Google, Meta y Anthropic impulsan alternativas— la forma en que OpenAI gestione la tensión entre innovación y continuidad será clave para su liderazgo.
El “duelo digital” que expresaron miles de usuarios tras la llegada de GPT-5 demuestra que, en la era de la IA, las actualizaciones no son meras mejoras técnicas: son también decisiones estratégicas con impacto humano y empresarial.
Crédito fotográfico: Newsweek