THE LATIN VOX (25 de noviembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
A lo largo de más de mil días de guerra en Ucrania, uno de los temas recurrentes en los debates internacionales es la pregunta: “¿Está Occidente escalando el conflicto?”. Esta interrogante se refiere particularmente a la reciente retirada de algunas de las limitaciones que se habían impuesto sobre el uso de misiles occidentales por parte de Ucrania para atacar dentro del territorio ruso.
Sin embargo, tras examinar los hechos y las políticas en juego, resulta evidente que, contrariamente a lo que se podría pensar, el Occidente no es el que está escalando la guerra. De hecho, la política occidental se puede describir mejor como un proceso incremental: un goteo constante de suministros que mantiene a Ucrania con vida, pero que no le permite expulsar a Rusia de su territorio.
En primer lugar, no se le ha dado a Ucrania la oportunidad de dar ese golpe decisivo, y las razones son claras: el costo. A medida que la guerra se prolonga, el precio en términos de defensa, suministros y la sostenibilidad de la economía ucraniana crece. Las democracias occidentales, que dependen de sus electores, temen asumir el costo político de una escalada total. Como muestran los recientes resultados de las elecciones en EE.UU., los incumbentes que gestionan crisis económicas o guerras costosas suelen enfrentar dificultades políticas.
En segundo lugar, y quizás más importante, Occidente ha temido una escalada directa con Rusia, particularmente en lo que respecta a las amenazas nucleares. A pesar de que Rusia ha intensificado sus ataques, incluidos el uso de misiles balísticos experimentales, las potencias occidentales, particularmente la administración de Biden, han mostrado cautela. Las amenazas nucleares de Moscú han generado una respuesta en Occidente que, aunque comprensible, ha resultado en una política de contención que limita el apoyo decisivo a Ucrania.
El goteo de apoyo militar
Este enfoque de apoyo limitado por parte de Occidente ha sido consistente desde el inicio de la guerra. Antes de la anexión de Crimea y la invasión del Donbás en 2014, Occidente se mostró reacio a proporcionar ayuda militar significativa a Ucrania. Incluso después de esos eventos, la asistencia fue mínima.
En 2022, cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala, Alemania solo ofreció cascos, y los tanques no llegaron hasta un año después. Los cazas F-16 no comenzaron a volar hasta agosto de este año, y las misiones Storm Shadow del Reino Unido solo comenzaron a operar hace unos días.
A pesar de la desesperada necesidad de Ucrania, muchos de los suministros más necesarios llegaron demasiado tarde. Si Ucrania hubiera tenido los recursos adecuados antes de la invasión, es razonable pensar que la situación hoy sería diferente.
Es posible que no se pueda afirmar con certeza si Ucrania habría podido repeler a las fuerzas rusas por completo, pero lo que sí es claro es que habría sido una lucha más equilibrada y que menos ucranianos habrían muerto en el proceso.
La sangre de estos ciudadanos está, en primer lugar, en las manos de Rusia, pero en cierta medida, también recae sobre nosotros, pues Occidente podría haber hecho más para evitar una mayor tragedia.
¿Puede Ucrania ganar?
Muchos líderes occidentales, incluidos Keir Starmer, Olaf Scholz y Joe Biden, no han adoptado la postura de que Ucrania debe ganar la guerra. En su lugar, han defendido la retórica de “apoyar a Ucrania mientras sea necesario”, lo que, en muchos casos, suena más como un eufemismo vacío que una política clara. Si Ucrania no recibe las herramientas necesarias con el objetivo de ganar, no podrá lograrlo. Sin embargo, no es tarde para cambiar de enfoque.
Lo que Ucrania necesita para tener una verdadera oportunidad de sobrevivir como nación soberana es un cambio en la política occidental hacia un enfoque más decidido. En lugar de seguir el modelo de apoyo limitado, se deben hacer esfuerzos reales para aplicar «ganancias incrementales», un concepto tomado del ciclismo profesional.
Estas pequeñas mejoras, aunque cada una por sí sola no garantizaría la victoria, podrían sumarse y cambiar el curso de la guerra. Entre estas medidas se incluyen el uso de las reservas de $300 mil millones de Rusia, la intensificación de las sanciones, el envío de equipos y sistemas de defensa aérea, y la eliminación de las restricciones sobre el uso de armas para atacar tropas y suministros rusos dentro de su territorio. También sería clave la movilización de tropas de la OTAN en Ucrania para mejorar la logística, el suministro y la formación de las fuerzas ucranianas.
¿Por qué Occidente no ha hecho más?
Hay una razón más por la cual Occidente no ha hecho todo lo que podría: se trata de Ucrania. Si este conflicto estuviera ocurriendo en países como Portugal o Francia, es probable que el Occidente hubiera movido cielo y tierra para protegerlos. Ucrania, sin embargo, es vista por muchos como un lugar lejano, «no Europa», lo que facilita su desatención.
Este es un grave error. Ucrania es la primera línea de defensa contra un régimen ruso expansionista, y lo que ocurra en Ucrania afectará a toda Europa. Moldavia, otro país que alguna vez formó parte del imperio soviético, también está en riesgo. Polonia y los estados bálticos, al igual que Ucrania, se han mantenido independientes, lo que irrita a Moscú.
¿Cuándo Occidente tomará una decisión definitiva?
La pregunta crucial es: ¿Hasta cuándo Occidente gestionará esta guerra como una crisis controlada? Es necesario que el mundo occidental se dé cuenta de que esta guerra no es un conflicto aislado. Es una lucha que debe ganarse para proteger la estabilidad de Europa y el orden internacional basado en reglas. Y si no se actúa decisivamente ahora, el costo de no intervenir adecuadamente podría ser incalculable.
La guerra en Ucrania no debe ser solo «gestionada» hasta su agotamiento. Debe ser ganada, y para ello, Occidente necesita abandonar su enfoque incremental y adoptar una postura más firme y efectiva. Si no lo hace, el costo será aún mayor para Ucrania y para el resto del mundo.
Crédito fotográfico: YouTube Screengrab