Análisis: Trump y el nuevo orden mundial del miedo

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THE LATIN VOX (27 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

El podio de la Asamblea General de las Naciones Unidas, desde su fundación en 1945, ha sido escenario de discursos que marcaron época: desde la defensa de la paz mundial de Dag Hammarskjöld hasta el reclamo de igualdad de Jessie Street, una de las ocho mujeres presentes en la primera sesión del organismo.

Fue allí también donde, tras el horror de la Segunda Guerra Mundial, 51 naciones firmaron una promesa solemne: “no llevar a la humanidad al cielo, sino salvarla del infierno”.

Ochenta años después, ese espíritu parece cada vez más lejano. El discurso del presidente de Estados Unidos ante la Asamblea General no fue un alegato por la cooperación, la ciencia o los derechos humanos, sino una arremetida contra el propio sistema multilateral que su país ayudó a fundar.

Lo que muchos presenciaron no fue simplemente la diatriba de un líder narcisista, sino la puesta en escena de una nueva lógica de poder: ganadores y perdedores, racialismo y un nacionalismo excluyente que desprecia los ideales de la posguerra.

Desde el inicio, la escena se tiñó de farsa. El mandatario abrió amenazando al operador del teleprompter con “muy serios problemas” si se equivocaba, provocando una risa nerviosa entre los jefes de Estado.

Lo que siguió fueron 57 minutos —42 más de lo previsto— de ataques: contra la ONU, a la que acusó de “financiar un asalto contra Occidente”; contra la ciencia, al llamar “estafa” a la crisis climática; y contra los propios países presentes, a los que dijo que “se encaminaban al infierno”.

Al final, el protocolo se impuso. Hubo aplausos, selfies y sonrisas para las cámaras. Pero detrás de esa diplomacia forzada quedó claro que el mandatario no cree en el lenguaje de la cooperación ni en el frágil equilibrio que ha sostenido el sistema internacional desde 1945.

El viraje no es un exabrupto aislado. Es coherente con la larga marcha del neoliberalismo descrita por historiadores como Quinn Slobodian: una ofensiva intelectual y política destinada a revertir las conquistas sociales del siglo XX, desde los derechos civiles hasta el feminismo, la acción afirmativa y la conciencia ecológica.

Para esa visión, el multilateralismo no es un instrumento de paz o justicia, sino un obstáculo a la primacía del mercado y a la restauración de jerarquías raciales, de género y culturales.

La retirada de Washington de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es una muestra tangible de este repliegue.

Mientras millones de personas en el mundo siguen enfrentando hambre, desigualdad y guerras, la primera potencia mundial rechaza compromisos básicos en materia de pobreza, educación o sostenibilidad.

La consecuencia será clara: menos cooperación, más fragmentación y un futuro en el que los más vulnerables pagan el precio.

El Papa Francisco advirtió en 2014 que vivimos “una tercera guerra mundial en pedazos”.

En ese contexto, la beligerancia del presidente estadounidense sonó no solo fuera de tono, sino peligrosa.

La ONU, con todas sus imperfecciones, ha sido hasta ahora la mejor herramienta para evitar que la humanidad repita los errores del siglo XX.

Lo que se escuchó en Nueva York fue, en cambio, un llamado a volver a un orden basado en el miedo, la exclusión y el desprecio por la ciencia y la cooperación.

Tal vez por prudencia diplomática nadie se levantó de su asiento ni abandonó la sala. Pero muchos de los que aplaudieron, sonrientes ante las cámaras, seguramente pensaban en silencio lo mismo que imaginaríamos Hammarskjöld o Roosevelt si pudieran escuchar aquel discurso: que los fantasmas del pasado han vuelto a rondar las Naciones Unidas.

Crédito fotográfico: Politico


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