Análisis: Trump y su intento de imponer su visión política sobre el arte norteamericano

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THE LATIN VOX (22 de febrero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

En un movimiento sin precedentes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nombró a sí mismo presidente del John F. Kennedy Center for the Performing Arts en Washington DC, uno de los centros culturales más emblemáticos del país.

Este acto, que incluyó la purga de miembros del consejo designados por Biden, generó una ola de reacciones y revuelo entre artistas y profesionales de la cultura. A través de este control, Trump no solo hace un guiño a la censura cultural, sino que pone en marcha un plan que sigue la lógica de muchos regímenes autoritarios a lo largo de la historia: utilizar el arte como herramienta de poder.

Una táctica que recuerda a los regímenes autoritarios

La historia está llena de ejemplos de dictadores que intentaron tomar el control de la cultura para consolidar su poder. En 1937, el régimen nazi en Alemania organizó dos exposiciones de arte en Múnich: la Gran Exposición de Arte Alemán, que mostraba obras consideradas apropiadas para la sociedad aria, y la Exposición de Arte Degenerado, que presentaba obras modernas y abstractas creadas por artistas marginados, como judíos y comunistas.

Este uso del arte como un medio para reforzar la ideología del régimen y demonizar a sus enemigos fue central en la propaganda nazi.

La toma de Trump del Kennedy Center se inserta en esta misma tradición, donde el control de las instituciones culturales y la manipulación de las expresiones artísticas sirven como un mecanismo para imponer una visión del mundo particular.

Al igual que Hitler y otros dictadores, Trump ha atacado abiertamente las expresiones culturales que considera contrarias a su ideología, etiquetando actividades como los espectáculos de drag y las manifestaciones relacionadas con la diversidad como «antiamericanas». Su objetivo es claro: moldear la cultura y el arte a la imagen de su visión política.

La influencia de los regímenes autoritarios sobre el arte a lo largo de la historia

Desde la antigua Roma hasta el régimen de Stalin en la Unión Soviética, pasando por el maoísmo en China y la dictadura de Pinochet en Chile, los dictadores siempre han entendido el poder del arte como un medio para consolidar su control.

En la Unión Soviética de los años 30, por ejemplo, Stalin eliminó todas las instituciones artísticas independientes, y solo permitió aquellas obras que estaban en total alineación con la ideología del partido. De manera similar, Mao Zedong utilizó la Revolución Cultural para erradicar cualquier forma de expresión artística que no cumpliera con su visión de la China comunista.

Estos regímenes no solo eliminaron la oposición política, sino que también erradicaron cualquier forma de expresión cultural que pudiera desafiar la narrativa oficial. De la misma manera, Trump ha intentado restringir el financiamiento de proyectos culturales relacionados con la diversidad, el género y los temas que no se alinean con su visión conservadora.

El modelo de Viktor Orbán: una advertencia para Estados Unidos

El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, ha sido un modelo de cómo un dictador puede tomar el control total de las instituciones culturales. Desde su ascenso al poder en 2010, Orbán ha reescrito la constitución del país, manipulado los medios de comunicación y reestructurado el sistema judicial.

Pero, quizás lo más preocupante, es cómo ha tomado control de las instituciones culturales. Orbán y su partido, Fidesz, han purgado los consejos de los teatros y museos, y han establecido leyes que condicionan el financiamiento cultural a la adhesión a la ideología nacionalista del régimen.

Las similitudes con las acciones de Trump son inconfundibles. Al igual que Orbán, Trump ha intentado imponer su visión política sobre el arte, desde el control de los fondos federales hasta la manipulación de la dirección de instituciones culturales clave.

La posibilidad de que instituciones como el Kennedy Center o la National Endowment for the Arts se conviertan en vehículos de propaganda política refleja una tendencia preocupante: la fusión de la política y la cultura para consolidar el poder.

Un legado corrosivo para la democracia

El control de las artes no es solo una cuestión estética o ideológica; tiene implicaciones profundas para la democracia. La capacidad de los ciudadanos para expresar su creatividad y sus ideas de manera libre y sin censura es fundamental para una sociedad libre.

La interferencia política en las artes, como la que estamos viendo bajo el gobierno de Trump, no solo daña la cultura, sino que socava los principios democráticos mismos.

En última instancia, la lucha por la autonomía cultural en Estados Unidos será una de las batallas más significativas de este siglo. Si los intentos de Trump por controlar las artes se consolidan, el legado que dejará será el de un ataque directo a la libertad de expresión y la diversidad cultural.

Y lo peor de todo es que esta estrategia autoritaria de tomar las instituciones culturales podría abrir la puerta a un futuro donde el arte sea solo una herramienta más de control político.

Crédito fotográfico: Reuters


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