THE LATIN VOX (2 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En las orillas del río Matanza-Riachuelo, un espacio emblemático de la contaminación industrial de Buenos Aires, la preocupación por la salud y el medioambiente sigue creciendo. Durante décadas, este río ha sido testigo de un vertedero de residuos industriales, químicos y domésticos, convirtiéndose en uno de los cuerpos de agua más contaminados del mundo.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por mejorar la situación, la reciente decisión de la Corte Suprema de Argentina de cesar su supervisión de la limpieza del río ha desatado una nueva ola de preocupación entre activistas, residentes y expertos ambientales.
El río Matanza-Riachuelo ha sido históricamente un refugio para las fábricas, mataderos y plantas químicas de la región. Desde mediados del siglo XIX, se le ha conocido como el «río podrido», y sus aguas han estado saturadas de metales pesados como el arsénico, plomo y cadmio.
A lo largo de los años, sus aguas han arrastrado desechos animales, residuos industriales y basura doméstica, creando un ambiente tóxico que afecta a los más de 4,5 millones de personas que viven en la cuenca.
Un paso atrás en la larga batalla por la limpieza
En 2008, bajo una creciente presión social y ambiental, la Corte Suprema de Argentina dictó una histórica sentencia que obligaba al Estado a tomar medidas inmediatas para limpiar el río Matanza-Riachuelo. Esta decisión puso al Estado en el centro de la responsabilidad, exigiendo que se llevaran a cabo esfuerzos sostenidos para restaurar el ecosistema y proteger la salud de los residentes.
Sin embargo, 15 años después, la Corte ha decidido suspender su supervisión, alegando que su intervención fue “exitosa en impulsar las reformas estructurales necesarias” para que las acciones del Estado estuvieran alineadas con los principios constitucionales.
Esta decisión ha dejado a muchos con una sensación de incertidumbre, ya que, aunque se han hecho esfuerzos para eliminar los escombros y trasladar a los habitantes de zonas de alto riesgo, las aguas siguen siendo letales.
Los niveles de contaminación continúan siendo peligrosamente altos, con toxinas que fluyen libremente por el río y residuos que se acumulan en sus orillas. Además, la falta de supervisión judicial pone en duda si las empresas seguirán siendo responsables de sus emisiones tóxicas o si podrán operar con impunidad.
El «dolor del olor» : Una realidad para los vecinos
María Ducomls, residente de uno de los barrios más afectados por la contaminación, Villa Inflamable, describe la situación como insoportable. “El olor duele a los ojos, la garganta, la nariz”, explica. “Sufrimos muchos problemas de salud, erupciones en la piel, falta de aire. Hay mucho cáncer aquí. Mi hijo se hizo un análisis y encontraron químicos en su sangre”.
De acuerdo con un informe de 2013, el 25% de los niños en la cuenca del Matanza-Riachuelo tenían plomo en la sangre, y una proporción aún mayor sufría enfermedades respiratorias y gastrointestinales. La presencia de fábricas que liberan constantemente químicos tóxicos en la atmósfera agrava la situación.
Aunque algunos avances en la limpieza del río han sido reportados, como la remoción de escombros y la reubicación de los habitantes más expuestos, la mejora real sigue siendo mínima. El fuerte hedor a descomposición sigue envolviendo el río, mientras que grandes cantidades de plástico y basura continúan acumulándose en sus orillas.
Preocupaciones por la falta de supervisión
Raúl Estrada Oyuela, presidente de la Academia Argentina de Ciencias Ambientales, advierte que los principales problemas siguen estando bajo la superficie. “Las multas por incumplimiento son mínimas. Para las empresas, pagar una multa es más barato que abordar la contaminación”, señala.
Este panorama se ve reflejado en un estudio reciente de la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar), que reportó niveles de fósforo más altos que nunca en algunos de los sitios de monitoreo, aunque la autoridad argumenta que los datos podrían ser estacionales.
Activistas y abogados, como Cristian Fernández de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), temen que el final de la supervisión de la Corte Suprema sea un retroceso significativo. “La sentencia de 2008 fue fundamental para los derechos ambientales en Argentina.
Ahora la Corte ya no guardará el río. Esto envía un mensaje claro: ya no hay reglas ambientales en el país”, afirma. Fernández también señala que la falta de un control efectivo podría permitir que las industrias retomen sus prácticas contaminantes sin consecuencias.
El futuro del río Matanza-Riachuelo y la salud de la región
A pesar de los esfuerzos del gobierno y de Acumar, la situación sigue siendo crítica. Los problemas de salud en las comunidades ribereñas no son solo el resultado de las condiciones actuales, sino también de décadas de negligencia en la gestión ambiental. Sin la supervisión de la Corte Suprema, el riesgo de que los avances en la limpieza del río se estanquen o incluso retrocedan es real.
Con el futuro de la cuenca del Matanza-Riachuelo en la cuerda floja, los habitantes de la región y los defensores del medioambiente esperan que el gobierno argentino no abandone la causa.
El desafío ahora es garantizar que la contaminación no siga afectando la salud de millones de personas, y que la restauración del río continúe siendo una prioridad tanto para las autoridades nacionales como para la comunidad internacional.
Crédito fotográfico: Le Monde