En un giro inesperado de los acontecimientos, la imagen del presidente ruso Vladimir Putin ha sufrido un golpe significativo tras un ataque devastador en una sala de conciertos en las afueras de Moscú. El incidente, que dejó decenas de víctimas a merced de los atacantes armados, ha sacudido a la nación y ha puesto en duda la capacidad de Putin para proteger a su pueblo.
En un esfuerzo por recuperar el control de la narrativa, Putin ha intentado capitalizar el ataque para fortalecer el apoyo interno a la guerra en Ucrania. Sin embargo, la tragedia ha expuesto vulnerabilidades que podrían socavar su posición de poder. La policía y la seguridad no lograron detener a los pistoleros, lo que ha llevado a un cuestionamiento público de la eficacia de las medidas de seguridad del estado.
El Consejo de Seguridad de la ONU condenó el «ataque terrorista cobarde y atroz» y subrayó la necesidad de que los responsables rindan cuentas. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, también condenó el ataque terrorista «en los términos más enérgicos», según su portavoz.
Putin ha prometido justicia y castigo para los responsables del «bárbaro ataque terrorista» en la sala de conciertos de Moscú, mientras que las autoridades rusas han detenido a 11 personas en relación con el ataque. A medida que Rusia observa un día nacional de luto, la bandera del presidente ruso ondea a media asta sobre el Kremlin, y los ciudadanos lloran a las víctimas, depositando flores y encendiendo velas en señal de respeto.
Este ataque no solo ha afectado la percepción de la fortaleza de Putin, sino que también ha generado preocupaciones sobre las posibles ramificaciones del incidente en la invasión de Ucrania por parte de Rusia.