En un giro inesperado en la política estadounidense, los exr rivales electorales Joe Biden y Donald Trump han acordado participar en dos debates presidenciales televisados en junio y septiembre. El primer debate se llevará a cabo el 27 de junio en Atlanta, sin público en vivo, marcando su primer enfrentamiento en el escenario en cuatro años. El segundo debate está programado para el 10 de septiembre, organizado por ABC.
La decisión ha generado controversia, ya que Robert F. Kennedy Jr., quien se postula como independiente, acusó a las campañas de Biden y Trump de “colusión” para excluirlo. Además, los términos acordados para los debates representan una ruptura con varias tradiciones establecidas, incluyendo la omisión de la Comisión de Debates Presidenciales, que desde 1988 ha programado las fechas y ubicaciones para los debates.
Los debates serán moderados por periodistas de las cadenas de televisión, con tiempos estrictos para las respuestas y sin interrupciones, ya que el micrófono del candidato no hablando será desactivado1. Esta medida busca evitar el caos del primer foro de 2020 entre ambos candidatos, que estuvo marcado por interrupciones frecuentes y diálogos cruzados.
La propuesta de Biden de dos debates rompe con la tradición de tener una audiencia en vivo y se lleva a cabo en un formato más controlado. Los candidatos se turnarán para responder preguntas de un moderador acordado de una importante cadena de noticias.
El anuncio de estos debates ha provocado una mezcla de expectativas y críticas, con algunos aplaudiendo la oportunidad de un diálogo político más estructurado, mientras que otros cuestionan la equidad y transparencia del proceso. Con la elección presidencial de noviembre acercándose, estos debates prometen ser eventos clave en la carrera hacia la Casa Blanca.