Canadá es uno de los mayores productores de petróleo del mundo, pero también se ha comprometido a luchar contra el cambio climático. Sin embargo, los recientes incendios forestales que han arrasado el país podrían obligar a una reconsideración de esta postura.
El gobierno canadiense ha defendido su política de apoyar la expansión de la industria petrolera, especialmente en la provincia de Alberta, donde se extrae el crudo de las arenas bituminosas. Según el primer ministro Justin Trudeau, Canadá puede ser una “nación petrolera líder” y al mismo tiempo cumplir con sus objetivos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero esta visión se ha visto cuestionada por la devastadora temporada de incendios que ha afectado a Canadá este año. Más de 5.000 kilómetros cuadrados de bosques han ardido, provocando evacuaciones masivas, pérdidas económicas y problemas de salud. Los expertos atribuyen la intensidad y la frecuencia de los incendios al calentamiento global, que ha elevado las temperaturas y ha secado la vegetación.
Además, la producción de petróleo de las arenas bituminosas es una de las más contaminantes del mundo, ya que requiere mucha energía y agua para extraer el crudo. Según un informe de la Agencia Internacional de Energía, las emisiones de este sector podrían aumentar un 40% para 2030 si no se toman medidas para limitarlas.
Ante esta situación, algunos sectores de la sociedad canadiense han pedido un cambio de rumbo en la política energética del país. Por ejemplo, el líder del Partido Verde, Annamie Paul, ha propuesto un plan para dejar de subvencionar la industria petrolera y apostar por las energías renovables. Asimismo, varios grupos ambientalistas han organizado protestas y demandas para frenar los proyectos de expansión de oleoductos que transportan el crudo de Alberta a otras regiones.
Canadá se enfrenta así a un dilema entre el petróleo y el clima, que podría tener consecuencias tanto para su economía como para su medio ambiente. La decisión que tome el gobierno dependerá de la presión social, la voluntad política y la viabilidad técnica de las alternativas. Lo que está claro es que el tiempo se agota para evitar una crisis climática irreversible.