
Ottawa fue escenario de una multitudinaria manifestación en defensa de la soberanía canadiense, tras las amenazas del expresidente estadounidense Donald Trump de anexar Canadá como el estado número 51 de Estados Unidos. La protesta, que reunió a cientos de ciudadanos, reflejó un resurgimiento del sentimiento nacionalista en el país.
La iniciativa «Canadá no se vende» ha cobrado fuerza en las últimas semanas, impulsada por empresarios como Liam Mooney, propietario de una empresa de innovación de marca. Mooney, alarmado por las declaraciones de Trump y la reciente dimisión del primer ministro Justin Trudeau, decidió actuar creando gorras y prendas con mensajes patrióticos como «Canadá no se vende» y «Fuertes y libres». Estos artículos, que exhiben la bandera con la hoja de arce y el año 1867 —fecha de la fundación del país—, han tenido una demanda abrumadora, con «decenas de miles» de ventas registradas en todo el país.
El movimiento ha trascendido el ámbito de la moda, generando un cambio en los hábitos de consumo de los canadienses. En ciudades como Ottawa y Toronto, los ciudadanos han comenzado a priorizar la compra de productos locales, evitando aquellos de origen estadounidense. Tiendas de artesanía local, como Maker House en Ottawa, han experimentado un aumento en las ventas de entre un 20% y un 30%, atribuible a este «nacionalismo económico» emergente.
La tensión entre Canadá y Estados Unidos se intensificó tras la imposición de aranceles por parte de la administración Trump, lo que llevó a muchos canadienses a replantearse su dependencia económica del vecino del sur. Este clima de incertidumbre ha fomentado una unidad política inusual en Canadá, con ciudadanos y líderes de diversas tendencias uniendo fuerzas para defender la autonomía del país.
La manifestación en Ottawa es solo una de las múltiples expresiones de descontento que se han registrado en todo el país. En ciudades como Montreal, Vancouver y Toronto, se han llevado a cabo protestas y eventos en apoyo a la soberanía canadiense, reflejando un sentimiento compartido de resistencia ante las presiones externas.
Mientras tanto, las autoridades locales han tomado medidas para garantizar la seguridad durante las protestas. La policía de Ottawa ha intensificado su presencia en las calles y ha establecido protocolos para evitar enfrentamientos y garantizar el derecho a la libre expresión de los manifestantes.
Este resurgimiento del patriotismo canadiense pone de manifiesto la importancia que los ciudadanos otorgan a su identidad nacional y su determinación para protegerla frente a amenazas externas. La situación actual plantea interrogantes sobre el futuro de las relaciones entre Canadá y Estados Unidos, y cómo ambos países navegarán las complejidades de su interdependencia económica y política en los próximos años.
En medio de este panorama, figuras como Liam Mooney destacan por su capacidad para canalizar el sentimiento popular en iniciativas concretas que refuerzan el orgullo nacional. Su empresa no solo ha capitalizado la demanda de productos patrióticos, sino que también ha servido como catalizador para un movimiento más amplio que busca reafirmar la identidad canadiense en tiempos de incertidumbre.
A medida que las tensiones continúan, es evidente que el espíritu canadiense permanece resiliente, dispuesto a enfrentar los desafíos y a defender los valores y la soberanía que han definido al país desde su fundación en 1867.