THE LATIN VOX (4 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En un giro dramático en la guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo, China ha anunciado la prohibición de exportar elementos clave utilizados en la fabricación de semiconductores a Estados Unidos, intensificando aún más las tensiones comerciales y tecnológicas.
Esta medida llega solo un día después de que Washington anunciara nuevas restricciones sobre las exportaciones de tecnología avanzada a China, lo que marca una escalada significativa en la batalla por el control de la cadena de suministro de tecnología de punta.
Un bloqueo de elementos críticos
El Ministerio de Comercio de China ha declarado que, a partir de ahora, restringirá la exportación de metales esenciales como el galio, el germanio y el antimoniato, componentes fundamentales en la fabricación de semiconductores. El galio y el germanio son utilizados en chips de alta tecnología, y el germanio, además, tiene aplicaciones en la tecnología infrarroja, cables de fibra óptica y células solares. El antimoniato, por su parte, se usa en la producción de balas y otras armas.
China, que representa el 94% de la producción mundial de galio y el 83% de germanio, también ha decidido someter a un control más estricto las exportaciones de grafito, otro material clave para las baterías de vehículos eléctricos.
A través de esta medida, el gobierno chino busca proteger sus intereses de seguridad nacional y cumplir con sus compromisos internacionales, como la no proliferación de armas. La prohibición de estos minerales, de acuerdo con Pekín, se limita exclusivamente al mercado estadounidense.
La escalada en la guerra comercial
El conflicto comenzó a intensificarse cuando, el lunes, Washington impuso restricciones a 140 empresas chinas, incluidas las firmas de semiconductores Piotech y SiCarrier. Estas restricciones están diseñadas para limitar el acceso de China a tecnologías avanzadas que podrían tener aplicaciones en la fabricación de sistemas de armas sofisticados y en el desarrollo de inteligencia artificial. Además, las nuevas normativas estadounidenses incluyen controles sobre equipos de fabricación de chips y software especializado, ampliando los esfuerzos para frenar el avance tecnológico de Pekín.
En respuesta a estos movimientos, el gobierno chino ha acusado a Estados Unidos de «politizar y militarizar» los problemas comerciales y tecnológicos. Beijing ha dejado claro que las restricciones no solo afectan a empresas privadas, sino también a los productos que podrían ser utilizados con fines militares por los Estados Unidos. De este modo, la medida no solo afecta a la industria de semiconductores, sino también a otras áreas estratégicas, como la defensa y la energía renovable.
El impacto de las restricciones en la cadena de suministro
El impacto inmediato de estas restricciones en la producción de semiconductores podría ser limitado, ya que los metales afectados se encuentran en una etapa temprana de la cadena de suministro, según expertos en la industria. Sin embargo, la respuesta de China tiene un objetivo claro: demostrar que Beijing no está dispuesto a mantenerse al margen en este conflicto. Dylan Loh, profesor asistente en la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur, comentó que la decisión de China subraya un punto importante: «China no es completamente pasiva, y tiene cartas que puede jugar contra EE. UU. en lo que respecta a los chips».
A pesar de que los expertos afirman que muchas empresas han estado acumulando estos materiales críticos debido a las tensiones comerciales previas, las restricciones pueden generar efectos secundarios en la economía global, especialmente en lo que respecta a la disrupción de las cadenas de suministro y la inflación. Chong Ja Ian, profesor de ciencias políticas en la Universidad Nacional de Singapur, advirtió que las restricciones podrían afectar el comercio de terceros países que dependen de estos materiales, generando presiones inflacionarias adicionales.
La reacción de las industrias chinas
Las asociaciones comerciales chinas también han reaccionado rápidamente a las medidas de Washington y las propias restricciones de Pekín. La Sociedad de Internet de China ha instado a las empresas a que busquen alternativas locales a los chips estadounidenses, mientras que la Asociación China de Fabricantes de Automóviles expresó su preocupación por las nuevas reglas de control, que han afectado la confianza de la industria automotriz en los productos de chips de EE. UU.
«La confianza de la industria automotriz china en la compra de productos de chips estadounidenses está siendo sacudida», señaló la asociación, señalando que los chips de Estados Unidos ya no son confiables ni seguros.
Un juego de poder global
La guerra comercial entre Estados Unidos y China no solo es una lucha por el liderazgo económico y tecnológico, sino también por el control de recursos estratégicos que son fundamentales para el futuro de industrias clave, como la automotriz, la energía renovable y la defensa. A medida que ambos países se imponen restricciones mutuas, el mundo observa cómo estas medidas podrían afectar no solo a los mercados globales, sino también a las relaciones diplomáticas y geopolíticas en todo el planeta.
A largo plazo, es posible que estos intercambios de sanciones afecten más profundamente a los países dependientes de las cadenas de suministro globales. Como ha señalado Brady Wang, director asociado de Counterpoint, las empresas han comenzado a adaptarse a este entorno de incertidumbre, buscando alternativas y diversificando sus fuentes de suministro. Sin embargo, la escalada de las tensiones podría llevar a una reconfiguración aún mayor de las alianzas tecnológicas y comerciales a nivel mundial, haciendo que la competencia por los recursos críticos, como el galio y el germanio, sea aún más feroz.
En este contexto, las relaciones entre China y Estados Unidos seguirán siendo una cuestión de interés crucial para la estabilidad económica global, y las decisiones que tomen ambos países en los próximos meses podrían redefinir el panorama tecnológico del siglo XXI.
Crédito fotográfico: REUTERS/Florence Lo/Illustration