Columbia Británica: Una caja ceremonial Heiltsuk vuelve a casa tras 150 años de exilio

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THE LATIN VOX (1 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

Cuando el avión despegó desde el aeropuerto de Vancouver rumbo al norte, sobrevolando la escarpada costa del Pacífico canadiense, Q̓íx̌itasu Elroy White sintió algo más que emoción: sintió la gravedad de una misión ancestral.

En el asiento contiguo, cuidadosamente protegida bajo una funda gris, viajaba una antigua caja ceremonial de cedro rojo, trabajada con la milenaria técnica de «bentwood», que por primera vez en casi 150 años regresaba al territorio de la nación Heiltsuk.

“Me sentí como realeza viajando con ella”, confesó White, arqueólogo, jefe hereditario y líder electo de su comunidad. “No era solo un objeto. Estaba trayendo de regreso una pertenencia. Una parte viva de nuestro ser colectivo.”

Una caja, un espíritu

Las cajas bentwood, elaboradas con una única pieza de cedro vaporizado y curvado, fueron utilizadas durante siglos por los pueblos indígenas de la costa del Pacífico como contenedores ceremoniales y utilitarios. Pero esta, con su tapa pesada incrustada con conchas brillantes, había pasado décadas exiliada en una sala del desierto de Utah, comprada en subasta por una pareja estadounidense.

El enigma del arte en el exilio

En 2020, Janet y Dave Deisley, coleccionistas con años de experiencia comprando arte indígena en América del Norte y del Sur, adquirieron la caja sin saber que su compra los llevaría a una reflexión profunda sobre pertenencia y reparación.

“Era hermosa, pero nunca encajó en nuestra casa. Sentíamos que estaba fuera de lugar”, dijo Janet. “Estaba sola, en una sala formal, en el desierto. Algo no estaba bien.”

Movidos por la intuición y la ética, decidieron devolver la caja a su verdadero hogar. Pero el proceso no fue inmediato: implicó años de contactos, coordinación con líderes indígenas y una logística cuidadosa. Finalmente, el encargo recayó en Elroy White, quien acompañó personalmente la caja en su vuelo final a casa.

Ceremonia, memoria y resiliencia

A su llegada a Bella Bella, en la costa de la Gran Selva del Oso (Great Bear Rainforest), la caja fue recibida con cantos, danzas y un banquete tradicional. El regreso coincidió con la ratificación de una nueva constitución Heiltsuk, y la caja fue honrada como testimonio de resistencia cultural.

“Durante décadas, nuestros artistas debían viajar para ver las obras de sus antepasados en museos lejanos. Esta caja representa el antes de la prohibición del potlatch, cuando nuestras ceremonias aún eran libres”, explicó White.

El saqueo disfrazado de conservación

Desde fines del siglo XIX, misioneros y agentes del gobierno canadiense saquearon sistemáticamente comunidades indígenas, llevándose tótems, máscaras y cajas ceremoniales. Muchas piezas fueron vendidas bajo coacción, desapareciendo en colecciones privadas o museos extranjeros.

La prohibición del potlatch (1884–1951) —una ceremonia central en la vida de muchas naciones indígenas— fue parte del intento colonial de borrar culturas enteras. Hoy, cientos de objetos como esta caja siguen dispersos por el mundo.

Repatriación: un camino lento y costoso

La nación Heiltsuk ha identificado más de 1,000 objetos y restos ancestrales en colecciones institucionales y privadas. Con un archivo digital y décadas de trabajo, han comenzado a recuperarlos, aunque el proceso es lento y costoso: se estima que la repatriación total en Columbia Británica costaría más de 660 millones de dólares canadienses en cinco años.

Desde 2022, los Heiltsuk han recuperado cuatro piezas, incluyendo un asiento ceremonial tallado por el renombrado jefe-artista Richard Carpenter, que ahora no está tras vidrio, sino en el centro de su casa ceremonial.

“Ya no es una pieza de museo. El humo y el polvo caerán sobre ella, como debe ser. Porque nunca fue hecha para estar tras una vitrina”, dijo White.

Un acto que inspira

La devolución desinteresada de Janet y Dave ha abierto nuevas puertas: otros coleccionistas han comenzado a contactar a la nación para devolver objetos, como remos ornamentales regalados a una familia misionera en el siglo XIX.

Como gesto de agradecimiento, los Heiltsuk regalaron a la pareja una caja bentwood moderna, creada por un joven artista inspirado por piezas vistas solo en museos.

“Ahora tiene una verdadera caja Heiltsuk como referente vivo en su comunidad. Ya no necesita mirar fotos o viajar para aprender”, dijo White.

Volver a enraizar

Hoy, la caja reposa en la sala de los jefes de la comunidad, cerca de los árboles de cedro gigantes que alimentaron el alma de su pueblo por generaciones.

“Seguramente aún hay un árbol en nuestro bosque con la cicatriz de donde se extrajo la madera para esta caja”, reflexiona White. “Y de muchas formas, después de tanto tiempo, ha regresado a casa.”

El retorno de esta caja es mucho más que una repatriación. Es una restauración simbólica de memoria, identidad y dignidad. Mientras el mundo reevalúa el legado colonial de sus museos, historias como la de los Heiltsuk marcan un camino: uno de justicia, reparación y profundo respeto por el pasado que nunca debió ser arrebatado.

Crédito fotográfico: Leyland Cecco/The Guardian


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