
THE LATIN VOX (19 de octubre del 2025).- Por Daniela Medina.
Un crecimiento imparable en micromovilidad
En los últimos años, las bicicletas eléctricas (e-bikes) se han convertido en piezas omnipresentes del paisaje urbano de Toronto. Desde los corredores de oficinas, las calles residenciales hasta las aceras del centro, estos vehículos de pedaleo asistido o en algunos casos motorizados han inundado la ciudad. En buena parte, el auge responde a la combinación de tres factores: congestión vehicular, crisis de transporte, y la economía de los repartidores que utilizan e-bikes para plataformas de entrega.
Por ejemplo, el sistema público de bicicletas compartidas de Toronto, Bike Share Toronto, reportó que los viajes con e-bikes han ido en aumento constante: según datos oficiales, electrificar parte de la flota es clave para sostener el crecimiento.
Las normas municipales reconocen su presencia: las e-bikes están permitidas en la ciudad, siempre que cumplan con ciertos estándares (por ejemplo, asistencia eléctrica hasta 32 km/h, motor no mayor a 500 vatios, uso de casco obligatorio).
¿Por qué han tenido tanto éxito?
1. Alternativa real al auto
Con el tráfico creciente, el costo de estacionamiento alto y los tiempos de desplazamiento largos, muchas personas han buscado alternativas que combinen velocidad, flexibilidad y menor costo. Las e-bikes permiten cubrir distancias que serían incómodas en bici convencional, sin requerir licencia de conducir.
2. Economía de plataforma y reparto
Una gran parte del crecimiento responde al uso de e-bikes para trabajos de reparto, ya sea comida, mensajería o “última milla”. Estos vehículos permiten que los repartidores lleguen más rápido, transporten mayor carga y trabajen más horas con menos esfuerzo físico. Pero este éxito tiene su lado oscuro, como veremos más adelante.
3. Apoyo institucional y tecnología accesible
El gobierno de la ciudad ha promovido la micromovilidad como parte de la estrategia de transporte sostenible, y los fabricantes han reducido los costos de las e-bikes (aunque siguen siendo relativamente altos) mientras aumentaban la capacidad de batería y el alcance. Por ejemplo, reportes indican que en el mercado de Toronto, las e-bikes más populares oscilaban entre CAD 1 400 y CAD 7 000
Pero… ¿quién está pagando realmente el precio?
Aunque la proliferación de las e-bikes está asociada a movilidad, conveniencia y modernidad, también conlleva costos invisibles, impactos sociales y desafíos estructurales.
Seguridad y salud pública
El aumento del uso de e-bikes ha venido acompañado de una mayor carga para los servicios de urgencias. Médicos de hospitales de Toronto han advertido que “las lesiones de e-bike están cada vez más comunes” y pueden tener consecuencias graves.
Los problemas van más allá del usuario mismo: peatones, personas vulnerables (ancianos, usuarios de silla de ruedas) y ciclistas convencionales denuncian que el espacio público se vuelve más peligroso. En lugares como King Street, la congestión de aceras y la combinación de obras con e-bikes generan situaciones “potencialmente mortales”.
Regulación, cumplimiento y equidad
Aunque las e-bikes están permitidas, la regulación es aún dispersa y, en muchos casos, difícil de hacer cumplir. La ciudad señala que no puede regular la venta de e-bikes, sólo su uso en espacios públicos.
Esto genera un vacío: vehículos capaces de velocidades altas (incluso más de 40 km/h) circulan como si fueran bicicletas convencionales. Como señala un usuario en foros locales:
“Todavía los vemos alcanzando 50, 60 km/h… deberían ser tratados como motocicletas.”
Además, ciertas iniciativas como la prohibición estacional de e-bikes con baterías de litio en unidades del transporte público podrían afectar de forma desproporcionada a trabajadores de reparto o personas de bajos ingresos, según informes de equidad.
Costos económicos para usuarios vulnerables
Aunque para muchos un vehículo de menos de CAD 1 500 puede parecer alcanzable, para otros representa una barrera. Una encuesta de la ciudad detalla que quienes ganan menos de CAD 40 000 anuales son casi tres veces menos propensos a tener una bicicleta que quienes ganan más de CAD 180 000. Y citan “bicicletas asequibles y e-bikes” como la segunda mayor barrera para aumentar su uso.
Además, cuando el sistema público de bicicletas comparte espacio con e-bikes de reparto o de flotas privadas, los costos indirectos como deterioro de infraestructura, estaciones de carga, mantenimiento tienden a recaer sobre la ciudad o el usuario medio.
Infraestructura y mantenimiento
Para que las e-bikes funcionen bien en un sistema compartido o público, se requiere infraestructura: estaciones de carga, mantenimiento especializado, redistribución de flotas, recambio de baterías. En Toronto, un reporte estimó que para avanzar hacia una flota con más e-bikes se necesiten 1 500 estaciones adicionales y una inversión de más de CAD 11.3 millones solo para ese componente. Toronto
Estos costos adicionales a menudo no se trasladan al usuario del reparto o al comprador individual, sino que recaen sobre el sistema público o la ciudad.
Un escenario con ganadores… y perdedores
- Ganadores: Usuarios que pueden costear una e-bike, trabajadores de reparto que pueden aumentar eficiencia, la ciudad en apariencia gana movilidad verde y reducida congestión vehicular (aunque esto es discutible).
- Perdedores: Peatones y ciclistas convencionales que sufren congestión inesperada, trabajadores de reparto en condiciones de precariedad que dependen de estos dispositivos, áreas de bajos ingresos que no pueden acceder, ciudad que asume costos de infraestructura y seguridad.
Hacia dónde va Toronto
La ciudad ya ha iniciado pasos: la estrategia de micromovilidad de Toronto detalla dónde pueden circular las e-bikes, qué condiciones deben cumplir y cuál es el marco regulatorio disponible.
Pero quedan grandes preguntas abiertas: ¿Cómo se regula el mercado de venta de e-bikes para evitar dispositivos peligrosos o modificados? ¿Cómo se financia el mantenimiento público de micromovilidad? ¿Se debe incluir seguros, registro obligatorio o licencias para usuarios intensivos (como repartidores)? ¿Y cómo se garantiza equidad para que todos los torontonianos puedan acceder a la movilidad eléctrica, no sólo quienes pueden pagarla?
Conclusión
Las e-bikes han conquistado las calles de Toronto y lo han hecho con velocidad, utilidad e impacto. Pero mientras los manillares giran y las ruedas eléctricas avanzan, no todos caminan hacia el mismo destino: algunos pagan literalmente el precio en seguridad, acceso, infraestructura o equidad.
El reto para Toronto es claro: convertir esta revolución de micromovilidad en un avance que beneficie a todos, no sólo a unos pocos. Que los costos no recaigan de forma desproporcionada sobre peatones, barrios marginados o presupuestos públicos al alza. Porque la pregunta no es únicamente “¿Quienes van en e-bike?” sino “¿Quién asume los costos?” y la ciudad, por ahora, sigue pagando buena parte de la factura.
Fuente: www.thestar.com
Foto: Google fotos