La ya tensa relación entre Canadá e India ha alcanzado un punto crítico esta semana, con la expulsión mutua de diplomáticos tras las acusaciones sobre el asesinato de un activista sij en suelo canadiense. Este choque diplomático, inédito en la relación moderna entre ambas naciones, ha desatado un torbellino de tensiones geopolíticas y preocupaciones internacionales.
Todo comenzó con el asesinato de Hardeep Singh Nijjar, un activista sij prominente y ciudadano canadiense, el cual ocurrió en junio de 2024 en la ciudad de Surrey, en la provincia de Columbia Británica. Nijjar, un defensor acérrimo de la creación de un estado independiente para los sij llamado Khalistán, había sido señalado como terrorista por el gobierno indio debido a su apoyo a la causa separatista. A pesar de la fuerte postura de la India contra Nijjar, el gobierno canadiense no había actuado en su contra, generando fricciones previas entre ambos países.
La situación dio un vuelco cuando el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, hizo públicas las acusaciones de que agentes del gobierno indio podrían haber estado involucrados en el asesinato de Nijjar en territorio canadiense. En un discurso frente al Parlamento canadiense, Trudeau calificó el asesinato como una «violación inaceptable de la soberanía canadiense» y afirmó que Canadá estaba investigando posibles vínculos entre la muerte de Nijjar y el gobierno indio. Estas declaraciones causaron un impacto inmediato en las relaciones bilaterales.
Tras las acusaciones de Trudeau, Canadá dio el primer paso diplomático al expulsar a un alto funcionario del servicio de inteligencia indio, identificado como un presunto agente implicado en el asesinato de Nijjar. Esta medida provocó una rápida respuesta de Nueva Delhi, que a su vez expulsó a un diplomático canadiense de alto rango en una aparente represalia, acusando a Canadá de inmiscuirse en sus asuntos internos y permitir actividades antindias en su territorio.
En un comunicado oficial, el Ministerio de Asuntos Exteriores de la India negó rotundamente las acusaciones y calificó las declaraciones de Canadá como «absurdas y sin fundamento», mientras subrayaba que tales acciones solo contribuirían a «dañar aún más las relaciones bilaterales». Además, India expresó su «profunda preocupación» por el hecho de que Canadá permita el activismo pro-Khalistán en su país, un movimiento que Nueva Delhi considera terrorista.
A raíz de estas acciones diplomáticas, ambas naciones también anunciaron restricciones a sus respectivas misiones diplomáticas. Canadá ha pedido a la India que reduzca su personal en la embajada india en Ottawa, mientras que la India ha advertido a sus ciudadanos que tengan precaución al viajar a Canadá, señalando un aumento en la «retórica antiindia» en territorio canadiense.
El enfrentamiento entre Canadá e India ha captado rápidamente la atención de la comunidad internacional, generando inquietud entre los aliados de ambos países. Estados Unidos, que mantiene estrechas relaciones tanto con Canadá como con India, ha expresado su preocupación por las tensiones, con altos funcionarios estadounidenses llamando a la «calma y la resolución diplomática del conflicto». Washington se ha mostrado cauteloso, destacando la importancia de una investigación transparente y el respeto a la soberanía de ambas naciones.
El Reino Unido, que cuenta con una importante población sij, también ha seguido de cerca el conflicto, dada la posibilidad de que este incidente pueda avivar tensiones dentro de la diáspora sij. En particular, el movimiento Khalistán ha tenido seguidores tanto en Canadá como en otras partes del mundo, y el asesinato de Nijjar podría ser utilizado como catalizador para futuras movilizaciones o protestas.
La situación ha generado debates sobre las implicaciones más amplias del incidente para la diplomacia global y la seguridad. Varios analistas han señalado que las acusaciones sobre la participación del gobierno indio en un asesinato en suelo extranjero podrían sentar un precedente peligroso y erosionar las normas internacionales sobre soberanía y no interferencia. En un mundo cada vez más interconectado, el caso también pone de relieve los desafíos de equilibrar las tensiones geopolíticas con la creciente influencia de las diásporas globales.
El asesinato de Hardeep Singh Nijjar ha reavivado un debate dentro de la comunidad sij en Canadá y más allá. Los sij canadienses, que suman más de 500,000, han expresado una mezcla de temor e indignación tras el asesinato de Nijjar y las posteriores acusaciones de la implicación india. Varios líderes de la comunidad han pedido al gobierno canadiense que actúe con firmeza en la protección de sus ciudadanos, y que no permita que influencias extranjeras afecten a las actividades dentro del país.
Por otro lado, el gobierno indio ha argumentado que figuras como Nijjar representan una amenaza directa a su seguridad nacional debido a su promoción del separatismo y el terrorismo. Para la India, el movimiento Khalistán sigue siendo un tema extremadamente sensible, y el apoyo al mismo, incluso en la diáspora, es considerado como una amenaza seria a su integridad territorial.
La actual crisis entre Canadá e India marca uno de los puntos más bajos en sus relaciones diplomáticas en años. A pesar de ser dos naciones que han mantenido una cooperación histórica en áreas como el comercio, la educación y la tecnología, este enfrentamiento pone en riesgo varios acuerdos bilaterales clave, y plantea preguntas sobre el futuro de su colaboración a largo plazo.
Mientras las investigaciones continúan y ambas partes evalúan sus próximos pasos, la comunidad internacional observará de cerca cómo evoluciona este conflicto, y si será posible restaurar el diálogo diplomático. Aunque hay esperanza de que la diplomacia y la razón prevalezcan, las profundas divisiones sobre el asesinato de Hardeep Singh Nijjar y el movimiento Khalistán sugieren que la situación podría tardar en resolverse, con posibles implicaciones para la estabilidad de la región y las relaciones internacionales.
Esta crisis subraya los desafíos crecientes en un mundo donde la política interna de un país puede tener repercusiones globales, y donde las acciones de las diásporas pueden influir significativamente en las relaciones entre Estados.