En una escalofriante escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania, Moscú fue blanco de un ataque con drones este lunes, en lo que representa uno de los asaltos más audaces sobre la capital rusa desde el inicio de la guerra en 2022. El ataque, que tuvo lugar en las primeras horas de la mañana, causó daños significativos en varios edificios, incluidos algunos en zonas residenciales y comerciales. Aunque las autoridades rusas informaron de que los drones fueron interceptados en su mayoría por la defensa aérea, el ataque subraya el creciente riesgo de que el conflicto, que comenzó en Ucrania, se extienda al corazón de Rusia.
Este ataque con drones, que se cree que fue lanzado desde territorio ucraniano, se produjo en medio de tensiones crecientes y mientras los combates se intensifican en el este y sur de Ucrania. La capital rusa, que hasta ahora había estado relativamente aislada de los efectos directos de la guerra, vivió una situación de pánico, con residentes y trabajadores de oficinas corriendo a refugiarse mientras se activaban las alarmas de defensa aérea. Si bien el Kremlin no ha confirmado el alcance exacto de los daños ni ha especificado si hubo víctimas, el ataque sirve como recordatorio de la vulnerabilidad de las grandes ciudades rusas, que hasta ahora habían estado en gran parte fuera del alcance de las fuerzas ucranianas.
El uso de drones en el conflicto ha aumentado significativamente en los últimos meses, tanto en Ucrania como en Rusia. La guerra, que originalmente se centró en batallas terrestres en las regiones del Donbás y otras áreas del este de Ucrania, ha visto una creciente participación de armas de largo alcance y tecnología avanzada, incluidos los drones. Estos ataques se han convertido en una herramienta clave para ambos bandos, permitiendo a las fuerzas ucranianas golpear objetivos en territorio ruso con relativa facilidad, mientras que Rusia ha intensificado sus propios ataques con drones y misiles a ciudades ucranianas.
Mientras tanto, el ataque a Moscú se produce en un momento delicado en la guerra, cuando las fuerzas rusas enfrentan crecientes dificultades en el frente de batalla en Ucrania. En una intervención pública, el secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, destacó el alto costo humano de la invasión rusa en Ucrania, subrayando las bajas rusas como un reflejo de los fracasos militares de Moscú. Según Wallace, las pérdidas de Rusia en el conflicto ya superan las 200,000 bajas, incluidas muertes y heridas, lo que pone de manifiesto la enorme presión a la que están sometidas las fuerzas rusas.
Wallace, en su discurso, también señaló que la magnitud de las bajas rusas refleja la fallida estrategia militar de Moscú, que, según el funcionario británico, subestimó tanto la resistencia ucraniana como la capacidad de los aliados occidentales de Ucrania para proporcionar armamento avanzado. Además, el secretario de Defensa hizo un llamado a las naciones occidentales para seguir apoyando a Ucrania en su lucha, advirtiendo que la guerra podría prolongarse aún más si Rusia no enfrenta una presión internacional constante.
La cifra de bajas rusas mencionada por Wallace se suma a un informe publicado por el Ministerio de Defensa del Reino Unido a principios de este año, que estimaba que las fuerzas rusas habían perdido más de 150,000 efectivos en los primeros meses del conflicto. Aunque las autoridades rusas han sido reservadas sobre las bajas militares, el continuo ataque de Ucrania a sus posiciones en el este y sur del país sugiere que las pérdidas podrían ser mucho mayores.
Además de las bajas humanas, el conflicto ha tenido un impacto devastador en la infraestructura rusa, que ha sido blanco de ataques ucranianos con misiles de largo alcance, drones y otros sistemas de armas proporcionados por Occidente. En las últimas semanas, las fuerzas ucranianas han llevado a cabo una serie de ataques exitosos en bases militares rusas y otras instalaciones clave, lo que ha obligado a Rusia a redirigir recursos militares hacia la defensa de su propio territorio.
Por otro lado, la ofensiva ucraniana continúa en el sur y el este de Ucrania, donde las tropas de Kiev han logrado avances significativos, particularmente en la región de Donetsk. Las fuerzas ucranianas han recapturado varias ciudades clave en la región, lo que ha colocado a las fuerzas rusas en una posición defensiva. Sin embargo, el terreno sigue siendo difícil y las bajas siguen siendo elevadas en ambos bandos.
El impacto del ataque con drones a Moscú se extiende más allá de la política y las cifras militares. Si bien Rusia ha hecho todo lo posible por mantener la narrativa de que la guerra está siendo «exitosa» en la protección de su territorio, los ataques en su propia capital y las crecientes bajas reflejan la creciente vulnerabilidad de su ejército y la percepción pública de que la guerra está lejos de terminar. Los residentes de Moscú, que en su mayoría habían sido testigos de la guerra a través de los medios de comunicación y relatos de las autoridades, ahora se ven obligados a enfrentar la realidad de que la guerra ha llegado a sus puertas.
Mientras tanto, los países occidentales, particularmente los miembros de la OTAN, siguen comprometidos con el apoyo a Ucrania. En declaraciones recientes, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reiteró su compromiso de enviar más armamento a Ucrania, incluyendo sistemas avanzados de defensa aérea y misiles de largo alcance, para contrarrestar las capacidades rusas. Los aliados de Kiev han subrayado que su apoyo no se detendrá hasta que Ucrania pueda asegurar su soberanía y territorio frente a la agresión rusa.
El ataque a Moscú es solo el último recordatorio de que, aunque las fuerzas ucranianas siguen siendo desproporcionadamente más pequeñas que las rusas en términos de poder militar, su capacidad para infligir daños directos a Rusia ha aumentado significativamente. A medida que la guerra se adentra en su tercer año, el conflicto sigue sin una solución clara y la violencia parece destinada a continuar, con ambos bandos enfrentando enormes costos tanto en vidas humanas como en recursos materiales.