THE LATIN VOX (9 de enero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En un estado donde los incendios forestales son cada vez más devastadores debido al cambio climático, los bomberos «reclusos» han sido fundamentales para enfrentar la crisis que afecta a California.
La última oleada de incendios que azota el sur del estado ha movilizado a 395 reclusos que, distribuidos en 29 brigadas, están luchando junto a los bomberos profesionales de la agencia Cal Fire para controlar las llamas que avanzan implacables a través de la región, alimentadas por fuertes vientos y condiciones extremadamente secas.
El Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California (CDCR, por sus siglas en inglés) informó que sus brigadas de bomberos reclusos se han desplegado en apoyo a los más de 2,000 bomberos de Cal Fire, que se encuentran al límite de su capacidad debido a los múltiples incendios activos.
Los reclusos, entrenados en campamentos de conservación distribuidos por todo el estado, se convierten en un recurso esencial en estos momentos de emergencia, realizando labores que van desde la extinción de incendios hasta el manejo de desastres naturales como inundaciones.
California ha dependido históricamente de este programa para hacer frente a sus incendios forestales, que se han intensificado con los años. En ocasiones, los bomberos reclusos han representado hasta el 30% de las brigadas de incendios del estado.
A pesar de las modestas remuneraciones que reciben —entre 5.80 y 10.24 dólares al día, con un adicional de 1 dólar por cada hora trabajada durante emergencias—, muchos de los participantes valoran la oportunidad de realizar una labor significativa durante su condena.
Amika Mota, defensora de los derechos de los reclusos y exintegrante del programa, compartió su experiencia de servir entre 2012 y 2015 en los campamentos de bomberos, participando en más de 20 intervenciones.
Para ella, la gratificación viene del trabajo en equipo y el orgullo de proteger a la comunidad, aunque no esté exento de sacrificios. «Es un trabajo heroico y crucial, pero muchos de los reclusos apenas pueden cubrir sus necesidades básicas, como higiene personal, mucho menos enviar dinero a sus familias», reflexionó Mota.
Los campamentos de conservación, que se encuentran en instalaciones de seguridad mínima, entrenan a los reclusos en técnicas avanzadas de combate de incendios. No obstante, los salarios bajos, aunque relativamente altos dentro del contexto carcelario, no son suficientes para asegurar un futuro financiero estable una vez liberados.
Pese a que algunos egresados del programa pueden obtener certificaciones profesionales y, en ciertos casos, la posibilidad de eliminar antecedentes penales, la realidad es que muchos enfrentan barreras para acceder a trabajos de bombero tras su liberación, a pesar de la formación recibida.
Los requisitos para formar parte de estos equipos de bomberos son estrictos: los reclusos deben cumplir con menos de ocho años de condena y no tener antecedentes de delitos graves, como delitos sexuales o incendios provocados.
Sin embargo, el trabajo en los incendios forestales es extenuante, y aquellos que participan a menudo son los que realizan las tareas más duras: llegar primero al terreno, trabajar en las condiciones más extremas y quedarse hasta el final.
El desgaste físico y mental es considerable, como recordó Mota: «Siempre teníamos la reputación de ser los que hacían el trabajo más sucio y más duro, pero también era donde recibíamos más respeto de los demás equipos.»
A pesar de los retos, muchos de los bomberos encarcelados insisten en la importancia de su labor y en el impacto que tiene no solo en las comunidades a las que sirven, sino también en sus propias vidas. En un contexto de creciente crisis climática, estos «héroes desde las rejas» son piezas clave en el combate contra los incendios forestales, ofreciendo sus esfuerzos, aunque limitados por las condiciones carcelarias, para mitigar la devastación y proteger vidas.
El futuro de este programa, sin embargo, sigue siendo incierto. Mientras California continúa luchando contra incendios más intensos y frecuentes, la dependencia de los reclusos para la extinción de incendios pone en evidencia tanto los beneficios como las desigualdades de este sistema.
Los bomberos reclusos, aunque esenciales para la seguridad pública, siguen enfrentando una serie de obstáculos una vez que dejan las cárceles, lo que plantea la pregunta de si su sacrificio será verdaderamente reconocido cuando termine su tiempo tras las rejas.
Como concluyó Mota, el trabajo en la línea de fuego es un acto de valentía y compromiso, pero la lucha por un futuro más justo para quienes lo hacen sigue siendo una batalla pendiente.
Crédito fotográfico: NBC News