
THE LATIN VOX (2 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz,
A pocos días de cumplir 90 años, el Dalai Lama ha lanzado un claro y contundente mensaje al gobierno chino: su sucesión espiritual no será decidida en Pekín, sino por las reglas milenarias del budismo tibetano.
En un video difundido durante las celebraciones previas a su cumpleaños, el líder espiritual reafirmó que su reencarnación será determinada por el Gaden Phodrang Trust, la institución que gestiona sus asuntos, y no por el Partido Comunista Chino.
“Nadie más tiene autoridad alguna para interferir en este asunto”, afirmó con firmeza desde Dharamshala, la ciudad del norte de India que alberga al gobierno tibetano en el exilio desde 1959.
El anuncio del 14º Dalai Lama desafía directamente la política de control religioso impuesta por China en el Tíbet, que sostiene que solo Pekín tiene la facultad legal de reconocer a los líderes espirituales budistas, mediante un sistema ritual llamado la urna dorada, establecido en la dinastía Qing y hoy instrumentalizado por el régimen para legitimar su dominio.
Una sucesión entre el cielo y la política
Para los tibetanos budistas, el Dalai Lama no es simplemente un líder religioso: es la manifestación terrenal de Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión. La tradición enseña que el proceso para encontrar a su reencarnación está guiado por señales espirituales, visiones y consultas con monjes de alto rango. Pero para el gobierno chino, la elección del próximo Dalai Lama es una cuestión de soberanía.
Esta disputa, lejos de ser puramente espiritual, tiene profundas implicaciones geopolíticas. El Tíbet sigue siendo una de las regiones más vigiladas del mundo, tras ser anexionada por China en 1951. Desde entonces, Pekín ha intentado moldear la práctica budista tibetana para que se ajuste a lo que llama “características chinas”. El control de la reencarnación del Dalai Lama es central en esa estrategia.
Tras la muerte del 10º Panchen Lama, segunda figura religiosa más importante del Tíbet, el Dalai Lama reconoció a un niño de seis años como su reencarnación en 1995. Días después, el pequeño desapareció junto a su familia y jamás se les volvió a ver. Pekín impuso a su propio candidato, un joven que hoy hace apariciones públicas bajo tutela estatal y recientemente se reunió con el presidente Xi Jinping.
Una reencarnación libre
El Dalai Lama dejó abierta la posibilidad de que su sucesor nazca fuera del Tíbet, en un país libre, e incluso ha sugerido que podría ser una mujer o un adulto, rompiendo con precedentes históricos. Esto apunta directamente a la diáspora tibetana —más de 140,000 personas en el exilio, la mitad de ellas en la India— como posible cuna del 15º Dalai Lama.
“Habrá un 15º Dalai Lama. Habrá un 16º”, declaró Samdhong Rinpoche, el segundo líder más importante del Gaden Phodrang Trust, en una rueda de prensa en Dharamshala. “Su Santidad dejará instrucciones detalladas sobre cómo proceder con la búsqueda de la reencarnación”.
Las palabras del Dalai Lama fueron recibidas con emoción por los fieles y con irritación por Pekín. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Mao Ning, respondió tajante: “La reencarnación de los grandes líderes budistas debe ser aprobada por el gobierno central”.
China no reconoce la legitimidad del gobierno tibetano en el exilio ni del propio Dalai Lama, a quien acusa regularmente de «separatismo» y de promover el caos. Sin embargo, la figura del Dalai Lama goza de enorme respeto internacional y cuenta con el apoyo de múltiples gobiernos. Estados Unidos, por ejemplo, aprobó en 2020 la Ley de Política y Apoyo al Tíbet, que impone sanciones a los funcionarios chinos que interfieran en la sucesión. La Unión Europea ha expresado su respaldo al derecho de libertad religiosa, aunque ha evitado adoptar una postura formal sobre la reencarnación.
Más allá del Tíbet: el futuro de una causa global
El destino del Tíbet y la continuidad del linaje del Dalai Lama se han convertido en símbolos de una lucha más amplia entre la espiritualidad y el autoritarismo, entre la autodeterminación y la hegemonía estatal. El mensaje del Dalai Lama no solo desafía a Pekín, sino que reafirma el poder de una identidad cultural que ha resistido más de siete décadas de opresión.
Mientras el mundo observa, la cuestión no es solo quién será el próximo Dalai Lama, sino si el Tíbet podrá seguir eligiendo su camino espiritual sin el permiso del poder político.
Y, en un gesto que conjuga sabiduría ancestral con determinación moderna, el Dalai Lama ha dejado claro: su reencarnación no será dictada por un Estado, sino por la fe del pueblo tibetano.
Crédito fotográfico: Getty Images.