
THE LATIN VOX (19 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Durante años, Donald Trump se alimentó de teorías de conspiración para construir su imagen política.
Desde las mentiras sobre el lugar de nacimiento de Barack Obama hasta las fantasías delirantes de QAnon o sus constantes afirmaciones sin pruebas sobre elecciones robadas, el presidente de EE.UU. se posicionó como el vocero de quienes creen que un «estado profundo» conspira contra el ciudadano común.
Pero ahora, ese mismo mundo de sombras y sospechas ha vuelto a perseguirlo.
La reciente reacción del movimiento MAGA frente al caso Jeffrey Epstein revela una profunda fractura entre la narrativa conspirativa y la realidad política que Trump intenta controlar. Lo que en su momento fue promovido por su propio entorno –la idea de que Epstein no se suicidó y que existe una lista secreta de poderosos involucrados en su red de tráfico sexual– ahora se desmorona bajo el peso de su propia administración.
¿Dónde están las “toneladas” de documentos?
Su fiscal general, Pam Bondi, prometió en su día que había «toneladas de documentos» listos para exponer una oscura red de clientes del financista pedófilo.
Sin embargo, en un giro abrupto, el Departamento de Justicia bajo Trump concluyó que no había asesinato, no había lista y no habría más archivos. Bondi asegura ahora que hablaba de documentos “generales”. ¿Cómo se pasa de la indignación a la negación en tan poco tiempo?
Este viraje ha desatado una tormenta interna en el movimiento MAGA, con figuras como Marjorie Taylor Greene, Laura Loomer y Alex Jones exigiendo respuestas. Incluso Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, presionó públicamente para que el Departamento de Justicia publique todos los archivos.
Pero Trump, visiblemente irritado, despreció la historia calificándola de “aburrida” y llamó “débiles” a sus propios seguidores por “creerse esa basura”.
El peso de las amistades incómodas
El daño, sin embargo, ya está hecho.
Un informe del Wall Street Journal sugiere que Trump habría enviado una carta con contenido subido de tono a Epstein, algo que el presidente niega rotundamente. Aun así, su reacción fue ordenar a Bondi que busque liberar el testimonio del gran jurado relacionado con el caso de tráfico sexual.
Aquí no hay “fake news”: los crímenes de Jeffrey Epstein son hechos comprobados, al igual que sus vínculos con personajes como Bill Gates, Bill Clinton, el príncipe Andrés y el propio Donald Trump. Este último llegó a decir en 2002: “Lo conozco desde hace 15 años. Es un tipo estupendo. Incluso se dice que le gustan las mujeres bellas tanto como a mí, y muchas de ellas son bastante jóvenes”.
No se necesita una prueba de culpabilidad para provocar incomodidad: basta con el simple hecho de la asociación.
El verdadero núcleo de la conspiración
Paradójicamente, la base emocional de muchas teorías MAGA contiene una verdad: que las élites poderosas suelen escapar impunes de los abusos que cometen gracias a sus conexiones con el poder. Pero lo que los votantes de Trump no logran ver es cómo ese mismo patrón se repite en las políticas de su ídolo.
Durante su mandato, Trump impulsó presupuestos regresivos que favorecieron a los multimillonarios –como muchos miembros de su gabinete– a costa de los más vulnerables. Esta forma silenciosa pero efectiva de redistribución al revés no enciende las pasiones como lo hacen los crímenes de Epstein, aunque sus consecuencias sean igual o más graves.
Y mientras sectores de la derecha prefieren culpar a teorías como la manipulación climática por las devastadoras inundaciones en Texas, en lugar de aceptar la realidad del calentamiento global, el populismo conspirativo sigue funcionando como un analgésico colectivo: ofrece la ilusión de tener control, de «saber la verdad», cuando todo lo demás parece fuera de alcance.
Una lección no aprendida
El escándalo Epstein no sólo expone las miserias del poder, sino también la profunda desconfianza que consume a una parte del pueblo estadounidense. Lo irónico es que Trump, quien cabalgó esa ola de descontento, ahora se encuentra atrapado en su corriente.
El verdadero desafío no es silenciar las teorías, sino responder con justicia y transparencia a las preguntas legítimas que las originan: ¿Por qué siempre parecen salvarse los poderosos? ¿Dónde está la rendición de cuentas? ¿Quién protege a los vulnerables?
Si la política no ofrece respuestas reales, las mentiras seguirán llenando ese vacío. Y ni Trump podrá escapar de las sombras que él mismo ayudó a proyectar.
Crédito fotográfico: DW /picture-alliance/newscom/J. Angelillo