Espía soviética infiltrada en el Palacio de Buckingham.

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Foto: Getty Images

Un reciente conjunto de documentos desclasificados por el MI5, el servicio de inteligencia del Reino Unido, ha revelado un hecho sorprendente: la presencia de un espía soviético dentro de los muros del Palacio de Buckingham durante el reinado de la reina Isabel II. Estos archivos, publicados décadas después de los eventos, han causado revuelo al mostrar que la monarca nunca fue informada de la amenaza que representaba el agente infiltrado.

Los documentos indican que la espía, identificada como Irina Ivanova, trabajaba como empleada doméstica en el Palacio de Buckingham en la década de 1970. Ivanova era miembro de la KGB y utilizaba su acceso al personal y a ciertos espacios del palacio para recopilar información sensible sobre la familia real y las operaciones del gobierno británico. Según los informes, aunque su posición no le permitió acceso a secretos de alta seguridad, su proximidad a figuras clave del entorno monárquico le permitió transmitir información valiosa a sus superiores en Moscú.

La inteligencia británica descubrió las actividades de Ivanova en 1974, pero los documentos muestran que decidieron manejar el caso de forma discreta, evitando informar a la reina Isabel II. En lugar de tomar acciones públicas o legales, el MI5 optó por retirar a Ivanova de su puesto y facilitar su salida del país. Se cree que esta decisión se tomó para evitar un escándalo político y diplomático que podría haber tensado aún más las relaciones ya frías entre el Reino Unido y la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

El historiador Richard Aldridge, experto en la historia del espionaje británico, describió el caso como un recordatorio del nivel de infiltración que los servicios de inteligencia soviéticos lograron en Occidente durante esa época. «Es impresionante que incluso en un lugar tan protegido como el Palacio de Buckingham, los soviéticos lograran colocar a uno de los suyos», afirmó Aldridge.

Los nuevos detalles han provocado un debate sobre si el MI5 actuó correctamente al no informar a la monarca. Algunos expertos en seguridad defienden la decisión, argumentando que se trató de una estrategia necesaria para proteger la estabilidad nacional. Otros, sin embargo, cuestionan si se debió priorizar la transparencia hacia la reina, dado su papel como jefe de Estado.

El Palacio de Buckingham ha declinado hacer comentarios sobre los documentos desclasificados, aunque fuentes cercanas a la casa real han señalado que la reina Isabel II siempre tuvo una relación de confianza con los servicios de inteligencia de su país.

El caso también ha puesto de relieve los desafíos que enfrentan las instituciones públicas y los organismos de inteligencia al manejar amenazas de espionaje. En un contexto global marcado por el temor a la desinformación y la ciberseguridad, este episodio histórico sirve como un recordatorio de que incluso las instituciones más seguras pueden ser vulnerables a intrusiones externas.

Mientras los historiadores y analistas continúan examinando los archivos, el público sigue reflexionando sobre el alcance del espionaje en una era que marcó profundamente las relaciones internacionales y la historia moderna del Reino Unido.


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