
THE LATIN VOX (6 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Canadá está atrapada en una encrucijada: ¿puede mantener su compromiso con un futuro verde mientras su industria automotriz sangra por las heridas del proteccionismo estadounidense?
En medio de ventas en caída, aranceles agresivos y crecientes presiones económicas, el mandato de vehículos de cero emisiones (ZEV, por sus siglas en inglés) del gobierno canadiense parece pender de un hilo.
Esta semana, los directores ejecutivos de las tres principales automotrices de Canadá se reunieron con el primer ministro Mark Carney para pedir la eliminación del mandato ZEV, que exige que el 20% de los autos nuevos vendidos en el país para 2026 sean eléctricos, subiendo al 60% en 2030 y al 100% en 2035.
Según los ejecutivos, la realidad del mercado y las presiones comerciales hacen que esas metas sean, sencillamente, imposibles.
Un golpe del sur
El problema no es únicamente doméstico. Estados Unidos, tradicionalmente el principal comprador de autos canadienses, impuso nuevos aranceles al acero, aluminio y vehículos ligeros, lo que ha desplomado las exportaciones en un 23% solo en abril de este año, según Statistics Canada. Para una industria en la que el 85% de los autos producidos se exportan, la mayoría hacia EE.UU., el golpe ha sido brutal.
Y mientras Canadá intenta mantenerse firme en su transición eléctrica, su vecino del sur da marcha atrás. En enero, el presidente Donald Trump eliminó el mandato ZEV estadounidense y el crédito fiscal de 7.500 dólares para la compra de autos eléctricos. ¿
El argumento? Promover la “libertad del consumidor”. El efecto fue inmediato: las ventas de vehículos eléctricos cayeron, y la tendencia se replicó en Canadá. En abril, los ZEV representaron apenas el 7,5% de las ventas nacionales, una caída del 28,5% respecto al año anterior.
¿Un giro político inevitable?
La situación llevó a muchos a preguntarse: ¿cederá Carney? El líder liberal ya dio una señal al cancelar el impuesto a los servicios digitales la semana pasada, una concesión para mantener vivas las negociaciones comerciales con EE.UU. Ahora, muchos ven al mandato ZEV como el siguiente peón en caer.
Pero eliminarlo por completo sería políticamente costoso. “No creo que lo mate del todo”, dijo Adam Chamberlin, profesor en la Universidad de Ottawa. “Lo que probablemente veamos es un ajuste estratégico: que 2035 se convierta en 2036 o 2037, que las metas de 2030 se deslicen un año o dos”.
En otras palabras, una ‘modificación silenciosa’ para salvar tanto la cara como los empleos.
Entre la ecología y la economía
Christopher Cochrane, politólogo de la Universidad de Toronto, afirma que Carney está atrapado entre su promesa ambientalista y la necesidad de proteger a una industria vital para el país. “Tiene una coalición construida más por oposición a sus rivales que por entusiasmo por sus políticas. Pero si cede demasiado, corre el riesgo de erosionar ese equilibrio”, advirtió.
Mientras tanto, expertos como Flavio Volpe, presidente de la Asociación de Fabricantes de Partes Automotrices, insisten en que abandonar la transición eléctrica sería un error estratégico de largo plazo.
“Canadá tiene una posición privilegiada: minerales críticos, una red eléctrica robusta y una cadena de suministro avanzada”, dijo Volpe. “El resto del mundo sigue electrificándose. No podemos permitirnos quedarnos atrás solo porque EE.UU. está dormido”.
¿Un camino intermedio?
Volpe y otros líderes industriales proponen una tercera vía: mantener el mandato ZEV, pero ajustarlo a la “realidad del mercado”. Eso incluye reintroducir los incentivos para la compra de vehículos eléctricos —el programa anterior se pausó en enero por falta de fondos— y ampliarlos para incluir híbridos convencionales, facilitando así una transición más gradual.
También piden que el gobierno federal trabaje con la industria para redefinir qué modelos de autos eléctricos quiere el consumidor canadiense, y ayude a las fábricas a reconfigurarse para satisfacer esa demanda.
¿Un mandato con fecha de caducidad?
El futuro del mandato ZEV se convierte así en un termómetro de las prioridades de Canadá: ¿prevalecerá el compromiso climático, o la presión económica de corto plazo lo sepultará?
Por ahora, Carney parece caminar por la cuerda floja, tratando de no desmantelar su credibilidad ambiental mientras busca evitar un colapso industrial. Su decisión podría marcar un punto de inflexión no solo para la política energética canadiense, sino para el papel de Canadá en la transición global hacia la movilidad sostenible.
La pregunta ya no es si el mandato ZEV se mantendrá como está, sino cuánto está dispuesto el gobierno a ceder antes de que esa visión eléctrica quede fuera de ruta.
“La electrificación no es una moda, es el futuro. Solo hay que decidir si queremos liderar ese cambio o reaccionar cuando sea demasiado tarde”, concluye Volpe. El reloj corre.
Crédito fotográfico: JONATHAN HAYWARD | THE CANADIAN PRESS