
THE LATIN VOX (10 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
El 13 de julio de 2023 parecía un día normal para la familia Vigh en Columbia Británica, Canadá. No había incendios cerca de su casa, la aplicación de calidad del aire mostraba niveles bajos de contaminación y el aire no olía a humo.
Sin embargo, aquella jornada marcó un antes y un después: Carter Vigh, un niño de nueve años con asma, murió tras un ataque respiratorio agravado por el humo de los incendios forestales.
“De repente empezó a toser como loco”, recuerda su madre, Amber. Intentaron todo lo que indicaban los médicos: inhaladores, esteroides, agua, un baño frío. Nada funcionó. Cuando lo llevaron de urgencia al hospital, Carter alcanzó a decirle a su padre: “Esto no está bien”. Murió poco después.
Un impacto global invisible
Aunque su caso conmocionó a la comunidad local, Carter no fue la única víctima. Según un estudio publicado en Nature, el humo de los incendios forestales canadienses de 2023 causó 82,000 muertes prematuras en todo el mundo, incluidas 22,000 en Europa.
Las partículas tóxicas conocidas como PM2.5, liberadas en cantidades récord por los fuegos, atravesaron continentes enteros. Estas diminutas partículas —capaces de llegar al torrente sanguíneo— aumentaron la exposición anual a contaminantes en un 65% en Canadá, un 21% en Estados Unidos y un 4% en Europa.
La epidemióloga ambiental Cathryn Tonne, del Instituto de Salud Global de Barcelona, advierte que la cifra podría estar subestimada: “La evidencia sugiere que el PM2.5 de incendios forestales es incluso más tóxico que el de otras fuentes”.
Una amenaza que crece
Los incendios de 2023 fueron los más destructivos jamás registrados en Canadá. El fenómeno se enmarca en un contexto global de olas de calor y sequías extremas alimentadas por el cambio climático. Según The Lancet, la contaminación por humo de incendios ya está vinculada a 1,53 millones de muertes al año en el mundo.
Sin embargo, la mayoría de la población desconoce el riesgo. La propia aplicación que consultó Amber Vigh el día de la tragedia dependía de una estación de monitoreo situada a 100 kilómetros, incapaz de detectar la nube invisible que asfixiaba su vecindario.
De la tragedia al activismo
Tras la muerte de su hijo, Amber inició un proyecto en memoria de Carter junto a la BC Lung Foundation, distribuyendo monitores de calidad del aire en comunidades sin cobertura adecuada. “Su vida fue arrebatada demasiado pronto, pero ahora está salvando otras”, afirma.
Gracias a la iniciativa, Dawson Creek ya cuenta con nuevos equipos, y otras localidades de Columbia Británica pronto seguirán el ejemplo. Amber, junto a sus dos hijos, espera expandir el programa a todo el país: “Es una relación de amor y odio. Quiero marcar la diferencia por Carter, pero lo daría todo atrás si pudiera tenerlo de vuelta”.
Un llamado urgente
Los expertos insisten en que la crisis del humo de incendios no es un problema aislado, sino un desafío sanitario global. Las muertes de Carter y decenas de miles más reflejan una realidad que las estadísticas no logran humanizar: el aire que respiramos puede ser letal.
El informe concluye con una advertencia clara: si no se adoptan medidas más ambiciosas contra el cambio climático y la contaminación del aire, el costo humano seguirá aumentando año tras año.
Crédito fotográfico: The Economist/ BC Wildfire Service/Handout via Xinhua