
THE LATIN VOX (7 de septiembre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Francia se encamina hacia una de sus peores crisis políticas en décadas. El primer ministro François Bayrou, en el cargo apenas nueve meses, enfrenta el lunes una inminente moción de censura que muy probablemente ponga fin a su gobierno minoritario.
Para la segunda economía de la eurozona y potencia diplomática clave, el golpe político amenaza con prolongar un malestar institucional que podría condicionar la vida política francesa más allá de las presidenciales de 2027.
En apariencia, la caída de Bayrou responde a un impopular plan de reducción de deuda de 44.000 millones de euros, que incluía eliminar festivos y congelar gran parte del gasto social.
Sin embargo, la raíz de la crisis es más profunda: una desconfianza creciente hacia una clase política percibida como distante, ensimismada y ajena a las preocupaciones reales de la población.
Un vacío político sin salida clara
El presidente Emmanuel Macron, que en 2017 llegó con una mayoría parlamentaria sólida y un discurso europeísta y modernizador, hoy se encuentra atrapado en un callejón sin salida.
Tras su reelección en 2022 sin mayoría absoluta y el arriesgado adelanto electoral de 2024, el país quedó con un parlamento fragmentado: una izquierda con más escaños pero sin mayoría, una extrema derecha con el mayor número de votos, y un centro debilitado.
El resultado fue apodado “la coalición de los perdedores”, un experimento de gobernabilidad que ha erosionado aún más la confianza ciudadana.
Los sondeos reflejan el descontento: apenas el 15% de los franceses confía en Macron para resolver la crisis. No hay una figura de consenso para sustituir a Bayrou, y la posibilidad de nuevas elecciones anticipadas despierta más temores que esperanzas de estabilidad.
Reformas sociales en suspenso
El bloqueo político amenaza directamente reformas largamente esperadas, como la legalización de la ayuda médica para morir y la ampliación de los cuidados paliativos, que Macron había prometido como la gran reforma social de su segundo mandato.
Jonathan Denis, presidente de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, advierte que miles de enfermos terminales podrían quedar desamparados: “Si tienen recursos, viajarán a Suiza o Bélgica; si no, muchos optarán por suicidios violentos. Es una catástrofe”.
La falta de unidades de cuidados paliativos en 20 departamentos del país ilustra cómo las fracturas políticas tienen consecuencias directas en el día a día de los ciudadanos.
La extrema derecha en ascenso
En este clima, el ultraderechista Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen se posiciona como el gran beneficiado. Sus dirigentes recorren el país reuniéndose con empresarios y votantes desilusionados, presentando la moción de censura contra Bayrou como “una fuente de esperanza”. “Estamos preparados para gobernar, incluso en pocas semanas”, declaró la diputada Edwige Diaz.
La izquierda, dividida, teme repetir errores. Benjamin Lucas, diputado del partido ecologista Génération.s, alerta: “O nos unimos para frenar a la extrema derecha, o Francia podría tener un gobierno ultraderechista que sacudiría a toda Europa”.
Un malestar con raíces profundas
La crisis actual no solo es política, también social. Investigaciones recientes muestran un aumento de la pobreza y de la concentración de la riqueza heredada, con ecos de la Francia del siglo XIX. La socióloga Marion Carrel describe el clima como “pre-revolucionario”: “Existe una fuerte sensación de que los de arriba no escuchan a los de abajo, y de que la política no lleva a ningún lado”.
Los sindicatos preparan huelgas en hospitales y ferrocarriles, mientras colectivos estudiantiles anuncian bloqueos de liceos. La movilización recuerda al espíritu de los “chalecos amarillos” en 2018 o las protestas contra la reforma de pensiones en 2023.
Una democracia en jaque
Macron, cuya renuncia ha sido reclamada tanto por la izquierda de Jean-Luc Mélenchon como por sectores de la derecha tradicional, insiste en mantenerse en el cargo. Argumenta que Francia no puede dar señales de debilidad internacional en un momento crítico por la guerra en Ucrania y el conflicto en Medio Oriente.
Pero la fractura entre los dirigentes y la ciudadanía parece cada vez más insalvable. Como señaló la diputada socialista Béatrice Bellay desde Martinica, donde el costo de vida se ha disparado: “La gente siente que el sistema capitalista ultraliberal los está aplastando, que la vida se ha reducido a sobrevivir. Hay una sensación de injusticia que se respira en el ambiente”.
En la antesala de nuevas protestas masivas y con el riesgo de que la extrema derecha capitalice la frustración popular, la política francesa se adentra en un terreno incierto, donde la legitimidad democrática y la estabilidad social parecen cada vez más frágiles.
Crédito fotográfico: Bloomberg