Francia: Catedral de Notre Dame deviene un símbolo de unidad en un mundo dividido

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THE LATIN VOX (15 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz

La impresionante restauración de Notre Dame de París, cuya catedral resplandece nuevamente con luz y majestuosidad, representa un logro colectivo sin igual. Desde el incendio devastador de 2019 hasta su reciente reapertura, miles de artesanos, ingenieros, arquitectos, bomberos y administradores, junto con una generosa contribución de fondos, han trabajado incansablemente para devolverle a la catedral su antiguo esplendor.

“Es imposible no sentirse conmovido”, dijo el presidente francés Emmanuel Macron, quien describió el logro como una metáfora feliz de lo que es una nación y lo que el mundo debería ser. Sin embargo, mientras la restauración de Notre Dame simboliza la unidad y la armonía, la realidad política de Francia en el mismo periodo ha sido todo lo contrario, marcada por la renuncia de su primer ministro justo antes de la reapertura de la catedral.

La restauración de Notre Dame, que se ha completado dentro de los cinco años prometidos por Macron tras el devastador incendio, es un ejemplo del afán francés por lograr proyectos ambiciosos con eficiencia implacable. Es un logro comparable a otros iconos nacionales, como la red de trenes de alta velocidad TGV o la audaz disposición de modernidad cristalina en el corazón de París, con la pirámide del Louvre o el Centro Pompidou.

Esto refleja, en parte, una tradición de poder centralizado, en la que la autoridad presidencial se extiende en la historia de Francia, desde el Rey Sol hasta los emperadores. Y, al entrar por la majestuosa fachada occidental de Notre Dame, el efecto es simplemente abrumador. El calor del fuego ha sido sustituido por una luz que reverbera en las líneas y curvas del gótico, haciendo de este espacio algo casi irreal.

Miles de toneladas de piedra caliza de Lutecia, producto de millones de años de historia geológica y siglos de trabajo humano, parecen brillar con vida propia. La magnitud de la restauración se siente física y emocionalmente, con cada detalle arquitectónico acentuado por el sonoro eco de los poderosos órganos y los cánticos de un coro.

El interior de Notre Dame es, por el momento, el foco principal, ya que el trabajo exterior continúa. Lejos de la oscuridad que la catedral había acumulado con los siglos, el nuevo aspecto, más blanco que marfil, resulta deslumbrante y surreal. Este es un resurgir del edificio, una suerte de exorcismo del hollín y las cicatrices del fuego.

Aunque algunos románticos lamentarán la pérdida de la pátina antigua, la restauración es un intento consciente de devolverle el impacto visual que el edificio habría tenido cuando se construyó, en un acto de modernización que la crítica compara con el «shock de lo nuevo». Según el arquitecto británico Norman Foster, la restauración de Notre Dame ha logrado revivir las características de la estructura que inspiran tanto a arquitectos modernistas como a aquellos que admiraron la ingeniosa ingeniería gótica medieval.

Una de las claves de la restauración ha sido el respeto por la esencia del diseño original. Los arquitectos restauradores no han tratado de imitar la grandeza medieval al completo, sino que han centrado sus esfuerzos en resaltar los detalles y características más significativas. La restauración del altar y de los objetos litúrgicos ha dado paso a un diseño sencillo y moderno, mientras que la revitalización de las capillas laterales y la reubicación de los famosos vitrales medievales han sido un testimonio de la continuidad entre el pasado y el presente.

No obstante, aunque la luz natural en el interior de la catedral es impresionante, la intervención eléctrica moderna ha creado algunos desajustes. La competencia entre la luz solar y los reflejos eléctricos hace que algunos de los vitrales pierdan algo de su brillo original.

Lo que realmente destaca de la restauración de Notre Dame es la simbiosis de la tradición y la modernidad. La catedral no solo es un símbolo religioso, sino también un emblema de la capacidad de la humanidad para superar la adversidad.

En un mundo marcado por la polarización política, las divisiones sociales y los conflictos internacionales, el resurgir de Notre Dame ofrece un mensaje de esperanza: cuando las naciones se unen y trabajan hacia un objetivo común, los logros son posibles. Francia ha demostrado que, a pesar de las turbulencias políticas y las crisis internas, aún es capaz de cumplir con los grandes proyectos que definen su historia y su futuro.

Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿puede este espíritu de unidad ser replicado en la política de la nación y, por extensión, en la comunidad global? La restauración de Notre Dame es, en muchos sentidos, un recordatorio de lo que podemos lograr cuando dejamos de lado las divisiones y nos unimos hacia un propósito común.

Crédito fotográfico: https://56paris.com/


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