
THE LATIN VOX (15 de octubre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
En un giro político de alto riesgo, el primer ministro francés Sébastien Lecornu anunció la suspensión de la polémica reforma de pensiones de Emmanuel Macron hasta después de las elecciones presidenciales de 2027. La medida, presentada como un gesto de “apertura y diálogo”, tiene un objetivo inmediato: evitar que el Parlamento francés derribe al gobierno en el inminente voto de censura.
El anuncio, realizado ante una Asamblea Nacional crispada, fue recibido con aplausos desde las bancadas socialistas, cuyos votos serán decisivos para definir la supervivencia del Ejecutivo. Lecornu, quien había presentado su dimisión apenas una semana antes —y fue rápidamente revalidado por Macron—, busca desesperadamente el apoyo del Partido Socialista (PS) para frenar la ofensiva simultánea del bloque de extrema derecha liderado por Marine Le Pen y de la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon.
“Propondré al Parlamento suspender la reforma de pensiones de 2023 hasta las elecciones presidenciales”, declaró Lecornu. “No habrá incremento de la edad de jubilación antes de enero de 2028”.
Con esas palabras, el primer ministro intentó cerrar uno de los capítulos más impopulares de la gestión Macron: la ley que elevó la edad de retiro de 62 a 64 años, impuesta en 2023 sin votación parlamentaria mediante el controvertido artículo 49.3 de la Constitución.
Esta vez, Lecornu prometió no recurrir a ese mecanismo. “El gobierno hará propuestas, debatiremos y ustedes votarán”, dijo en tono conciliador. Pero el gesto, lejos de ser altruista, refleja la extrema fragilidad del Ejecutivo.
Desde las elecciones legislativas anticipadas de 2024, Francia vive un bloqueo institucional sin precedentes: tres bloques casi idénticos en tamaño —izquierda, extrema derecha y centro presidencial— impiden la formación de mayorías estables.
El PS, con apenas unas decenas de diputados, se ha convertido en el árbitro del poder. Su líder parlamentario, Boris Vallaud, calificó la suspensión de la reforma como “una victoria”, y aunque evitó confirmar si apoyará al gobierno, insinuó que no impulsarán su caída “por ahora”. Laurent Baumel, otro diputado socialista, fue más claro: “No votaremos para derribar al gobierno, aunque eso no significa que no lo hagamos en el futuro”.
El cálculo político es preciso. Para que un voto de censura prospere, se necesitan 288 apoyos. Las fuerzas conjuntas del ultraderechista Agrupamiento Nacional (RN), la Francia Insumisa (LFI), los Verdes, los comunistas y la derecha dura suman 264. Sin los socialistas, Lecornu resistirá.
Mientras tanto, el país enfrenta una tormenta económica. La suspensión de la reforma —uno de los pilares del legado económico de Macron— costará, según el propio gobierno, 1.800 millones de euros en 2027, beneficiando a 3,5 millones de personas. Lecornu aseguró que el hueco presupuestario se compensará con “medidas de ahorro” y con una “contribución excepcional” de las grandes fortunas y corporaciones.
Con una deuda pública que roza el 110% del PIB y un déficit del 5,8%, Francia intenta recortar el gasto sin detonar una explosión social. Los dos primeros anteriores ministros, Michel Barnier y François Bayrou, cayeron precisamente por intentar reformas similares. Lecornu confía en evitar el mismo destino apelando a la estabilidad.
“La nación necesita un mínimo de equilibrio”, advirtió Laurent Wauquiez, líder de los conservadores de Los Republicanos, al anunciar que su grupo no apoyará el voto de censura. Pero no todos comparten ese diagnóstico. “No participaremos en su salvación”, respondió Mathilde Panot, jefa de la bancada de la izquierda radical. Desde la extrema derecha, Jordan Bardella denunció “el círculo de los salvadores de Macron” y volvió a exigir elecciones anticipadas.
El pulso final se definirá el jueves, cuando el Parlamento vote las mociones de censura. Por ahora, Macron ha ganado un respiro, pero el costo político es enorme: congelar su principal reforma y reconocer que su gobierno, en un país exhausto por la polarización, pende de un hilo.
En la Francia de Emmanuel Macron, la política ya no se mide en reformas aprobadas, sino en las que sobreviven.
Crédito fotográfico: Al Jazeera