THE LATIN VOX (27 de octubre del 2027).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
Grindavík, un pueblo de la península de Reykjanes en Islandia, ha reabierto al público después de haber sufrido seis erupciones desde diciembre pasado. A pesar de la majestuosa belleza de la lava y la actividad volcánica, las advertencias de las autoridades locales son contundentes: la visita se realiza bajo el propio riesgo de los viajeros.
Gunnar Schram, jefe de policía de Suðurnes, expresa la fascinación que ejerce el volcán en los visitantes. “Muchos turistas que vienen a Islandia nunca han visto lava de cerca”, dice, mostrando una mezcla de incredulidad y respeto por la fuerza de la naturaleza. El atractivo de acercarse a un volcán activo es tan potente que incluso él, encargado de la seguridad en el sitio, no puede ignorar su grandeza.
A pesar de que las zonas más peligrosas están restringidas, el terreno sigue emitiendo vapor, y a solo un metro de profundidad, las rocas alcanzan temperaturas de hasta 800°C. Los científicos están monitoreando la situación de cerca, y se espera otra erupción en el próximo mes o dos. “Si no fuera por las barreras alrededor de Grindavík, la mayor parte del pueblo estaría hoy bajo lava”, advierte Schram, destacando la atracción que representa esta actividad volcánica.
Sin embargo, la comunidad local, compuesta por unas 3,800 personas, ha sido forzada a dispersarse, convirtiendo a Grindavík en una ciudad fantasma. Hasta ahora, han recibido alrededor de 50 visitantes al día, un número que contrasta con el interés que normalmente despierta Islandia como un hotspot volcánico.
El atractivo de Islandia radica en su naturaleza volcánica, y muchos viajeros están dispuestos a arriesgarse para ver de cerca estos fenómenos. En agosto, un visitante recordó haber visto el volcán desde el aire, describiendo la visión del resplandor rojo como magnética, a pesar de la destrucción que había causado.
La mezcla de advertencias y la majestuosidad de la naturaleza hacen de Grindavík un lugar fascinante, pero también peligroso. La curiosidad humana frente a la fuerza de la tierra es innegable, y la promesa de ver un volcán en acción sigue atrayendo a los turistas. Sin embargo, la responsabilidad recae en cada visitante: el poder de la naturaleza es real, y, como advierte Schram, «nadie te salvará».
Crédito fotográfico: ICELANDIC DEPARTMENT OF CIVIL PROTECTION AND EMERGENCY MANAGEMENT/Contributor via Getty Images