Haití: Drones armados ayudan al gobierno a recuperar el control de Puerto Príncipe

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THE LATIN VOX (2 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

A las seis de la mañana, Jimmy Antoine sintió cómo la tierra temblaba bajo sus pies. Durante un instante, creyó que la historia se repetía: otro terremoto como el de 2010. Pero esta vez, la amenaza venía del cielo.

“El suelo vibró como si se abriera. Pensé que se nos venía todo encima”, cuenta el joven mecánico de 23 años desde su barrio popular de Sico, uno de los muchos en Puerto Príncipe que, hasta hace poco, estaban bajo control absoluto de las pandillas criminales.

Lo que Antoine escuchó no fue un movimiento telúrico, sino la explosión de un dron armado, parte de una nueva ofensiva del gobierno haitiano para recuperar el control de su capital, una ciudad atrapada por la violencia desde que una insurrección criminal coordinada estallara el año pasado.

Guerra aérea en las calles

Desde marzo, los drones de ataque se han convertido en protagonistas de esta guerra urbana no declarada. Según la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH), al menos 300 personas han muerto y cerca de 400 han resultado heridas por estos dispositivos de guerra controlados remotamente.

Imágenes de los ataques —espeluznantes, efectistas y virales— han inundado las redes sociales, mostrando cómo los drones sobrevuelan zonas dominadas por bandas y lanzan explosivos con precisión quirúrgica.

En un video grabado en Fort National, cuatro personas —dos de ellas armadas— son sorprendidas por una explosión aérea. El callejón se cubre de humo blanco y azul, mientras los sobrevivientes huyen desorientados.

Otro clip, difundido por un misionero estadounidense, muestra un ataque contra un seminario evangélico a menos de tres kilómetros de la casa de Antoine. “Recuerdo haber dado clases en esa misma aula”, tuiteó Luke Perkins, presidente de la organización Crossworld.

Tecnología de guerra low-cost

Trevor Ball, ex especialista en explosivos del ejército estadounidense, identificó los drones usados como drones FPV (First Person View), similares a los utilizados en conflictos como el de Ucrania. Estas máquinas, equipadas con cámaras para pilotaje en primera persona, pueden adquirirse por menos de $200 en sitios de comercio electrónico chino.

Aunque no es posible confirmar qué tipo de explosivos utilizan, se especula que se trata de materiales de minería o pólvora casera, como la usada en fuegos artificiales. Su bajo costo los convierte en herramientas letales pero desechables, ideales para una guerra sin reglas claras.

Un cambio de equilibrio

Los drones no solo han golpeado a las pandillas en tierra, sino también en movimiento. Uno de los videos más impactantes del año muestra un ataque dirigido contra un automóvil en marcha, cerca de un canal utilizado, según informes, para el tráfico de armas y drogas. La explosión tuvo lugar a menos de 500 metros del supuesto cuartel general de Johnson André, alias “Izo”, jefe de la temida banda “5 Segonn”.

Este tipo de ataques han generado una suerte de cambio simbólico y táctico en la lucha por el control de Puerto Príncipe. Si antes las bandas ejercían su poder con impunidad desde el suelo, ahora el cielo es territorio del Estado.

Víctimas invisibles

Pero el uso de drones no ha estado exento de críticas. Organismos de derechos humanos temen que el gobierno haya abrazado tácticas de guerra asimétrica sin supervisión ni transparencia, y que civiles inocentes puedan estar entre las víctimas.

“Es difícil saber quién es quién cuando se observa desde el aire”, advierte un activista local que pidió no ser identificado. “¿Cómo se verifica si los objetivos eran combatientes? ¿Dónde están los informes oficiales?”.

Entre la desesperación y la esperanza

Para muchos habitantes de Puerto Príncipe, como Jimmy Antoine, los drones representan tanto esperanza como miedo. Por un lado, han debilitado a las pandillas que aterrorizaban barrios enteros. Por otro, han traído una nueva forma de violencia, impersonal y fantasmal, que cae del cielo sin previo aviso.

“El dron explotó justo donde suelo tomar el café en las mañanas”, cuenta Antoine, mientras mira el cielo con desconfianza. “No sé si me siento más seguro… o más vigilado”.

Crédito fotográfico: Wall Street Journal


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