THE LATIN VOX (2 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Durante años, Venus ha sido considerado el «gemelo maligno» de la Tierra: similar en tamaño, pero extremadamente diferente en condiciones. Con una superficie lo suficientemente caliente como para derretir plomo y nubes de ácido sulfúrico en su atmósfera, Venus siempre ha sido un planeta misterioso.
Sin embargo, nuevas investigaciones apuntan a una conclusión radical: Venus nunca fue un hogar para vida como la conocemos, desafiando las teorías que sugerían que el planeta pudo haber sido habitable en el pasado.
Un equipo de científicos de la Universidad de Cambridge, dirigido por Tereza Constantinou, ha analizado la atmósfera de Venus y ha encontrado pruebas de que el interior del planeta es completamente seco. Esto sugiere que Venus nunca tuvo los océanos de agua líquida que tradicionalmente se pensaban esenciales para el surgimiento de la vida.
«Esto no descarta completamente la posibilidad de vida en Venus, pero sí la vida similar a la de la Tierra», afirmó Constantinou, autora principal del estudio publicado en Nature Astronomy. Este hallazgo representa un golpe a la teoría de que Venus, en algún momento de su historia, pudo haber sido un planeta habitable, con temperaturas más frescas y océanos de agua líquida en su superficie.
¿Un planeta habitable en el pasado?
Durante décadas, la posibilidad de que Venus fuera habitable ha sido objeto de debate. Algunos científicos especulaban que en sus primeros días, Venus podría haber tenido condiciones más favorables para la vida, con agua líquida y temperaturas más moderadas.
Sin embargo, otros argumentan que el planeta siempre ha sido inhóspito. La teoría más aceptada en la actualidad es que Venus sufrió un efecto invernadero descontrolado que, con el tiempo, convirtió su superficie en un horno letal.
La investigación de Constantinou y su equipo se centró en la química de la atmósfera venusiana para entender mejor el contenido de agua en su interior. Para ello, estudiaron los compuestos que se encuentran en la atmósfera y compararon la tasa a la que los elementos se pierden con la tasa a la que se reponen, un proceso que estaría influenciado principalmente por la actividad volcánica.
La clave está en los volcanes
El estudio reveló que la cantidad de agua en las emisiones volcánicas de Venus es extremadamente baja. Este hallazgo es crucial, ya que indica que los volcanes del planeta no están liberando grandes cantidades de vapor de agua, lo que sugiere que el interior de Venus está seco. Según Constantinou, “la escasez de agua en las emisiones volcánicas refleja un interior venusiano igualmente seco”.
Los científicos también examinaron cómo la historia temprana del planeta pudo haber afectado la presencia de agua. Se cree que, durante sus primeros días, Venus estuvo cubierto por un vasto mar de magma.
Si el magma se hubiera enfriado rápidamente, habría podido condensar el agua y formar océanos. Sin embargo, si el enfriamiento fue más lento, el agua se habría convertido en vapor y se habría dispersado en la atmósfera, sin que quedara atrapada en el interior del planeta.
Un futuro cercano para las investigaciones
Este descubrimiento tiene implicaciones importantes para la astrobiología y el estudio de exoplanetas habitables. El próximo paso en la investigación será la misión DaVinci de la NASA, programada para lanzarse en la próxima década. DaVinci realizará sobrevuelos de Venus y enviará una sonda a su superficie, lo que podría proporcionar más datos para confirmar o refutar estos hallazgos.
“Resolver la cuestión de la habitabilidad de Venus podría ayudar a los astrónomos a enfocar mejor su búsqueda de planetas habitables fuera de nuestro sistema solar”, explicó Constantinou. El estudio de Venus y la Tierra, tan cercanas entre sí, ofrece un laboratorio natural para entender cómo evoluciona la habitabilidad, o la falta de ella, en un planeta.
Aunque la idea de un Venus habitable ha sido rechazada por los recientes descubrimientos, el planeta sigue siendo un lugar de interés científico para entender los procesos que determinan la vida en el universo.
Crédito fotográfico: The New York Times