THE LATIN VOX (9 de enero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En las áridas tierras de Irak, la búsqueda de los desaparecidos sigue siendo una de las tareas más desoladoras. Más de un millón de personas, víctimas de décadas de conflicto, siguen desaparecidas en el país, y la tarea de identificarlas parece una misión imposible.
Sin embargo, equipos forenses luchan contra el tiempo y las dificultades geológicas para recuperar los restos humanos enterrados en fosas comunes, brindando esperanza a las familias que esperan un cierre, aunque sea después de muchos años de sufrimiento.
Dhorgham Abdelmajid, un experimentado excavador de fosas comunes que lleva 15 años trabajando en la recuperación de restos humanos, relata cómo la excavación en el agujero de 20 metros de profundidad en el distrito de Tal Afar, en el norte de Irak, fue una experiencia que jamás olvidará.
En junio, cuando llegó al sitio, observó algo que nunca había visto en su carrera: los cuerpos, apilados hasta ocho metros de altura, estaban a la vista y bien conservados, debido a las condiciones secas del área. Para excavar las víctimas del grupo extremista Estado Islámico (EI), su equipo tuvo que construir una escalera y contratar a un experto en reptiles para evitar mordeduras de serpientes.
Abdelmajid describe este trabajo como uno de los más complejos de su carrera, debido a la estructura geológica única del sitio conocido como el agujero Alo Antar, que anteriormente se utilizaba para recolectar agua. Esta fosa común es solo uno de los muchos sitios de crimen que su equipo ha excavado en los últimos años.
Un legado de tragedias
Desde hace más de 45 años, el suelo iraquí ha estado empapado con la sangre de cientos de miles de personas enterradas en fosas comunes no marcadas. Los conflictos que han azotado a Irak, incluyendo la guerra Irán-Irak de 1980 a 1988, las guerras civiles de 2006 a 2008, la ocupación del Estado Islámico entre 2014 y 2017 y las víctimas del régimen de Saddam Hussein, han dejado al país con una de las mayores cifras de desaparecidos del mundo. Se estima que entre 250,000 y un millón de personas están desaparecidas, según la Cruz Roja Internacional.
Desde 2008, el Ministerio de Salud de Irak y la Fundación de los Mártires, un organismo gubernamental dedicado a identificar a las víctimas y compensar a sus familiares, han enviado equipos de antropólogos forenses y médicos a través del país para excavar y recuperar los cuerpos de las fosas comunes. Su objetivo es identificar los restos con la ayuda de análisis de ADN y devolverlos a las familias en busca de respuestas, en un proceso que sigue siendo largo y doloroso.
El desafío de identificar los restos
Aunque se han documentado más de 200 fosas comunes relacionadas con la ocupación del Estado Islámico, el número exacto de fosas vinculadas al régimen de Saddam Hussein sigue siendo incierto. En el agujero Alo Antar, los cuerpos apilados, más de 100 en total, son víctimas de uno de los numerosos crímenes cometidos por el EI en el norte de Irak, incluyendo la toma de Mosul, la segunda ciudad más grande del país. Gracias a los testimonios de sobrevivientes, como el de una mujer yazidí que fue víctima de esclavitud sexual por parte del EI, se sabe que las víctimas de esta fosa común pertenecen a diversas comunidades.
Sin embargo, los equipos forenses también han encontrado huesos que probablemente pertenecen a víctimas de masacres previas, tal vez de la década de 1990 o incluso de los tiempos de Al Qaeda después de 2003. Este hallazgo refleja la complejidad de la situación de los desaparecidos en Irak, que abarca varios períodos de conflicto y múltiples actores.
La lucha por el cierre: el caso de las familias yazidíes
Uno de los grupos más afectados por las desapariciones en Irak es la comunidad yazidí, una de las minorías más antiguas del país. La recolección de muestras de ADN de las familias yazidíes ha sido particularmente desafiante, ya que muchos miembros de una misma familia fueron asesinados, mientras que otros fueron desplazados, refugiándose en Europa o Australia.
En la ciudad de Sinjar, en el norte de Irak, los yazidíes se reunieron en agosto para conmemorar el décimo aniversario de la masacre perpetrada por el EI. Entre ellos estaba Shiren Ibrahim Ahmed, quien perdió a su madre, su abuela, su hermano y su padre. Solo dos de sus hermanas sobrevivieron.
Shiren recuerda cómo, cuando fue secuestrada por el Estado Islámico, estaba acompañada de su hermana y dos primos. Sin embargo, cada uno fue llevado por diferentes familias y ella quedó sola. Años después, fue liberada a través de un familiar en Irak, que pagó $10,000 por su liberación.
La esperanza de un cierre
A pesar de los avances de los equipos forenses, la tarea de identificar a los desaparecidos de Irak sigue siendo ardua. Los equipos forenses no solo excavan fosas comunes, sino que también viajan por todo el país, conectando con las familias de las víctimas para obtener muestras de ADN y otras pruebas que permitan emparejar los restos recuperados. Sin embargo, los expertos saben que el trabajo podría extenderse durante muchos años, ya que hay miles de víctimas cuyas historias aún no han sido contadas.
El equipo de excavadores de fosas comunes mantiene una esperanza: que la próxima fosa común sea la última, y que las familias finalmente encuentren la paz al descubrir el destino de sus seres queridos. Pero en un país marcado por décadas de conflicto, el dolor y la incertidumbre siguen siendo parte de la vida cotidiana de muchas personas. La búsqueda continúa, con la esperanza de que, algún día, se pueda poner fin al sufrimiento de las familias y se pueda rendir cuentas por las atrocidades cometidas.
Crédito fotográfico: The New York Times / Erick de Castro