
THE LATIN VOX (22 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En una frenética jornada de contactos en la Asamblea General de la ONU, el ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, se reunió el lunes con el director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, en un intento desesperado por frenar la reimposición de hasta seis paquetes de sanciones de la ONU que podrían activarse a finales de esta semana.
La diplomacia corre contra el reloj. Las potencias europeas —Reino Unido, Francia y Alemania— han advertido que utilizarán el mecanismo de “snapback” si Teherán no cumple las condiciones fundamentales: restablecer la plena cooperación con el OIEA, permitir inspecciones en los sitios nucleares atacados y aclarar el paradero de un stock previo de alrededor de 400 kg de uranio muy enriquecido. Las conversaciones apuntan a una resolución inminente —hacia el 27-28 de septiembre— que decidirá si las sanciones vuelven a entrar en vigor.
El encuentro entre Araghchi y Grossi marca el tono de la semana: por un lado, Irán asegura que busca soluciones diplomáticas; por otro, las potencias insisten en compromisos concretos y verificables. Grossi admitió que las negociaciones son “muy difíciles” pero dijo esperar “más cooperación”, una condición que, para los europeos, requiere plazos y acciones tangibles.
La tensión regional añade otra capa de riesgo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lanzó una advertencia beligerante al declarar que Israel debe “destruir el eje del mal Irán” y que dispone de la capacidad para actuar, palabras que alimentan el temor a una escalada militar si fracasan las salidas diplomáticas. Ese trasfondo militar hace aún más crítico cualquier fallo de cálculo en los próximos días.
Desde Bruselas, la alta representante de la UE, Kaja Kallas, subrayó que “la ventana para alcanzar un acuerdo con Irán es limitada” y advirtió sobre la dificultad de predecir si el mecanismo de snapback terminará activándose. Funcionarios europeos han ofrecido demorar la reimposición de sanciones —por ejemplo, hasta seis meses— si Irán garantiza la reanudación efectiva de la cooperación con el OIEA.
Teherán, por su parte, ha tratado de combinar gestos diplomáticos con advertencias: Araghchi dijo que Irán “no responde al lenguaje de presión y amenaza” y que, si no se logra un acuerdo, el país “tomará medidas apropiadas”. En el debate interno iraní se sienten ya fuertes tensiones: facciones enfrentadas presionan por líneas más intransigentes o por concesiones que permitan levantar sanciones que golpean duramente la economía, reflejadas en la caída de la bolsa de Teherán y la depreciación del rial.
Un episodio previo en El Cairo, el 9 de septiembre, permitió un acuerdo parcial por el que Irán prometió informar sobre el stock de uranio altamente enriquecido en un plazo de 28 días. Pero, según diplomáticos europeos, ese compromiso no ofreció garantías suficientes sobre el acceso del OIEA a las instalaciones bombardeadas ni sobre la gestión del material nuclear hallado. Irán ha propuesto reducir la pureza del uranio —por ejemplo, de 60% a 20%— como manera de disminuir su utilidad potencial para un arma, una oferta que los europeos consideran insuficiente sin verificaciones independientes.
El escenario político interno en Irán se complica aún más con voces parlamentarias que han pedido abandonar la negativa a armarse nuclearmente como elemento disuasorio, una petición que algunos analistas ven como un intento de endurecer la postura del régimen frente a Occidente.
Al mismo tiempo, voces reformistas presionan para un esfuerzo diplomático audaz —incluso sugiriendo un inédito encuentro entre el presidente Masoud Pezeshkian y el presidente de Estados Unidos en Nueva York— para evitar un choque que podría tener consecuencias impredecibles.
Con la fecha límite encima, la pregunta clave es si la diplomacia puede ganar tiempo suficiente para transformar promesas verbales en garantías verificables. Si no, la reimposición de sanciones de la ONU no solo asestaría un duro golpe económico a Irán, sino que podría acelerar la espiral de desconfianza y aumentar el riesgo de enfrentamiento militar en una región ya de por sí volátil. Las próximas 72 horas serán, sin duda, decisivas.