Cada vez más canadienses están posponiendo o renunciando a la idea de tener hijos, en un momento en el que la tasa de natalidad del país ha alcanzado mínimos históricos. La situación económica, caracterizada por el alto costo de vida, está influyendo de manera decisiva en las decisiones de muchas parejas jóvenes que sienten que, simplemente, no pueden permitirse el lujo de formar una familia.
Asia Ruuhala-Guzman, una residente de Vancouver de 29 años, es uno de los tantos ejemplos de esta tendencia. Junto con su pareja, ambos con ingresos combinados de aproximadamente $180,000 al año, se encuentran en una posición financiera que muchos considerarían cómoda. Sin embargo, la realidad del costo de vida en ciudades como Vancouver, una de las más caras de Canadá, les ha hecho reconsiderar sus planes. El alquiler de su apartamento de una habitación ya cuesta $2,700 al mes, y si deciden tener un hijo, necesitarían mudarse a un lugar más grande, lo que les costaría entre $3,500 y $4,000 al mes. Además, a esto se suman los costos crecientes de la guardería, la comida y otros gastos esenciales para criar a un niño.
«Todo cuesta dinero, y no es algo que simplemente aparece de la nada», señala Ruuhala-Guzman, quien asegura que, por el momento, tener hijos parece un objetivo lejano a menos que «ganen la lotería».
Una decisión cada vez más común
Las dificultades económicas no solo afectan a Asia y su pareja, sino que son un reflejo de una realidad que muchas parejas jóvenes enfrentan en Canadá. Según un estudio de Statistics Canada realizado en 2022, un 38% de los adultos jóvenes entre 20 y 29 años no creen que puedan permitirse tener un hijo en los próximos tres años, mientras que un 32% no cree que podrán acceder a una vivienda adecuada para formar una familia en ese periodo. Esto se traduce en una baja en el número de nacimientos, alcanzando solo 351,679 en 2022, la cifra más baja desde 2005.
Karen Lawson, directora del Departamento de Psicología y Estudios de la Salud de la Universidad de Saskatchewan, considera que las decisiones sobre la reproducción se han vuelto mucho más complejas para los jóvenes de hoy. «Los costos financieros son más altos, y las recompensas percibidas pueden ser menores. La crianza de los hijos se ha vuelto más intensiva y absorbente», explica.
En 2022, Lawson realizó una encuesta nacional con 1,000 canadienses de entre 18 y 35 años sobre sus planes de tener hijos. Aunque los resultados aún no se han publicado, sus hallazgos revelan que el 25% de los encuestados decidió esperar hasta al menos los 35 años para tener hijos, principalmente debido a los costos asociados. Un tercio de los encuestados manifestó no querer tener hijos en absoluto, tras haber realizado un análisis de costo-beneficio y llegar a la conclusión de que la paternidad no era para ellos.
La brecha de fertilidad en Canadá
Este fenómeno de retraso en la paternidad está contribuyendo a lo que los expertos llaman una «brecha de fertilidad». La tasa de natalidad en Canadá ha caído a un mínimo histórico de 1.33 hijos por mujer, muy por debajo de los 2.1 hijos necesarios para reemplazar a la población sin depender de la inmigración. Este descenso en la tasa de fertilidad podría agravar los desafíos que enfrenta Canadá debido a su población envejecida, afectando los sistemas de pensiones y los costos de atención médica.
Aunque la inmigración ha contribuido al crecimiento poblacional de Canadá, el demógrafo Don Kerr advierte que no se debe depender exclusivamente de esta solución. Los inmigrantes también enfrentan los mismos desafíos económicos que los nacidos en Canadá, lo que los lleva a retrasar la formación de sus familias hasta que las circunstancias mejoren.
En conclusión, mientras que el costo de vida sigue aumentando y las parejas jóvenes se ven obligadas a posponer la paternidad, Canadá enfrenta el reto de cómo mantener un equilibrio demográfico y económico en el futuro. La decisión de tener hijos, que antes parecía una parte natural de la vida adulta, ahora se está convirtiendo en un lujo que pocos pueden permitirse.