La gran apuesta energética del este de Canadá: Nación, energía y soberanía

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THE LATIN VOX (2 de agosto del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

En un claro cortado a lo largo de la autopista Transcanadiense, el ministro de Recursos Naturales de New Brunswick, John Herron, no ve solo tuberías: ve poesía. Poesía nacional.

“Este es un proyecto de construcción nacional que marca todas las casillas”, afirma, con la vista puesta en una extensión estratégica de gasoducto que, según espera, podría redefinir la energía y la soberanía económica de Canadá.

La visión de Herron forma parte de la Eastern Energy Partnership (Asociación Energética del Este), una ambiciosa serie de proyectos que los gobiernos de las provincias atlánticas han presentado al gobierno de Mark Carney como parte de la nueva legislación federal (Bill C-5) destinada a acelerar el desarrollo de «proyectos de interés nacional».

Una apuesta por la autosuficiencia energética

En el corazón del plan está la idea de conectar directamente el gas natural de Alberta, a través de Ontario y Quebec, con el este de Canadá —sin depender del tránsito por Estados Unidos. Es una propuesta que Herron resume como “una solución hecha en Canadá”, que impulsaría la soberanía energética del país y promovería el uso de acero canadiense en su construcción.

Este tipo de propuestas se han convertido en prioridad para los gobiernos de las provincias del Atlántico, que enfrentan una creciente demanda energética, desafíos de infraestructura envejecida, y un nuevo panorama comercial tras la ruptura del último acuerdo comercial con EE.UU. y la imposición de aranceles por parte de Donald Trump.

“Los canadienses seremos nuestros mejores clientes”, declaró el primer ministro Carney al renovar su llamado a construir un país más interconectado, menos dependiente de sus vecinos del sur.

Energía para un nuevo siglo: Viento, gas y nuclear

Entre los proyectos destacados del Eastern Energy Partnership figuran la duplicación de enlaces eléctricos entre New Brunswick y sus provincias vecinas, la modernización de cables submarinos con Isla del Príncipe Eduardo, y la propuesta más ambiciosa: el plan Wind West de Nueva Escocia, que busca instalar miles de turbinas eólicas marinas capaces de abastecer una cuarta parte de la demanda eléctrica nacional.

Tim Houston, premier de Nueva Escocia, afirma que el viento del Atlántico canadiense es uno de los mejores del mundo para generar energía. Pero expertos como la consultora energética Heidi Leslie advierten que el costo estimado de entre $5.000 y $10.000 millones es demasiado bajo. “A ese ritmo, se pierde dinero en cada kilovatio”, señala Leslie, quien recuerda que la transmisión de energía a larga distancia también encarece los costos.

Mientras tanto, New Brunswick también está apostando por la expansión de su generación nuclear, pese a los altos costos históricos de su planta en Point Lepreau y su papel en la deuda provincial de $5.000 millones. “Es una locura”, sentencia David Coon, líder del Partido Verde provincial. Pero la premier Susan Holt cree que, sin energía nuclear, la provincia tendría que quemar cuatro veces más carbón.

“Estamos buscando quién comparte la carga con nosotros”, dijo Holt, quien ganó las elecciones prometiendo asequibilidad. Su objetivo: energía limpia, fiable y sin cargar exclusivamente a los usuarios locales.

El rol de las Primeras Naciones

Los proyectos de la Eastern Energy Partnership no estarían completos sin la participación de las comunidades indígenas. El jefe Terry Richardson de la Nación Pabineau apoya la expansión nuclear en su provincia: “Necesitamos una fuente base de energía. Las renovables son estupendas, pero ¿qué pasa cuando no hay viento, no hay sol ni agua?”

Joanna Bernard, jefa regional de la Asamblea de las Primeras Naciones, sostiene que las comunidades indígenas ya no aceptarán beneficios simbólicos. “Queremos participación accionaria. Vamos a estar en el terreno, supervisando el medio ambiente, y recibiendo beneficios reales.”

Herron coincide: propone que el proyecto del gasoducto sea inicialmente propiedad conjunta del estado y de las Primeras Naciones. Esto, dice, “reduce el riesgo para futuras inversiones privadas”.

¿Intervención del Estado?

Aunque el gobierno federal no ha prometido financiamiento directo, el ministro Sean Fraser dejó abierta la puerta a inversiones estratégicas. “No debemos descartar que, en algunos casos, será necesario invertir para que los proyectos sean viables y beneficien a largo plazo a todos los canadienses.”

La referencia al rescate federal del oleoducto Trans Mountain en 2018 no pasó desapercibida.

¿Un momento histórico?

La Eastern Energy Partnership podría representar una de las mayores transformaciones energéticas en la historia del este canadiense. Pero sus desafíos son igualmente grandes: costos elevados, procesos regulatorios acelerados que preocupan a algunas comunidades indígenas, y una urgente necesidad de consenso político y social.

Aun así, en la visión de Herron, este es un momento definitorio para el país: “Tenemos la oportunidad de unir a Canadá, kilómetro a kilómetro, megavatio a megavatio.”

Crédito fotográfico: Despatch Industries


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