
THE LATIN VOX (24 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La historia antigua está recibiendo un impulso inesperado desde el futuro. Google DeepMind, la rama de inteligencia artificial del gigante tecnológico, ha desarrollado una revolucionaria herramienta llamada Aeneas, capaz de ayudar a los historiadores a reconstruir inscripciones latinas incompletas y determinar con sorprendente precisión su origen geográfico y cronológico.
Diseñado en colaboración con expertos en historia antigua, Aeneas se presenta como una especie de “detective digital” del mundo romano.
Entrenado con una base de datos de casi 200,000 inscripciones conocidas —el equivalente a 16 millones de caracteres tallados en piedra—, el programa puede predecir palabras faltantes, establecer conexiones históricas entre textos y ubicar su procedencia en una de las 62 provincias del Imperio Romano con un margen de error de apenas 13 años.
“El objetivo era resolver uno de los mayores desafíos de la epigrafía romana: cómo interpretar textos fragmentarios dañados por el tiempo”, explicó la historiadora Thea Sommerschield, de la Universidad de Nottingham, quien co-desarrolló el proyecto junto al ingeniero de DeepMind Yannis Assael.
De la piedra al algoritmo
Las inscripciones romanas —en muros de templos, lápidas, altares, grafitis o simples placas comerciales— son valiosísimas fuentes primarias para los historiadores. A diferencia de los textos literarios que sobrevivieron gracias a copias medievales, estas inscripciones fueron escritas directamente por personas del mundo romano: emperadores, soldados, comerciantes, esclavos. Pero muchas están rotas, erosionadas o dispersas, lo que complica enormemente su estudio.
Ahí entra Aeneas.
En un ejemplo impresionante, el sistema fue probado con la famosa Res Gestae Divi Augusti, un texto monumental que narra los logros del emperador Augusto. Aeneas propuso dos fechas probables de redacción —la primera década a.C. o entre los años 10 y 20 d.C.—, coincidiendo con el debate aún abierto entre los especialistas humanos.
En otro caso, la IA reveló conexiones lingüísticas entre dos altares votivos hallados en Mogontiacum (hoy Maguncia, Alemania), mostrando una influencia hasta ahora inadvertida.
“Fueron momentos que nos dejaron boquiabiertos”, confesó Sommerschield.
¿El fin del experto o su mejor aliado?
La herramienta fue sometida a pruebas por un equipo de 23 historiadores especializados en epigrafía, y el resultado fue rotundo: en el 90 % de los casos, Aeneas proporcionó información contextual útil para el análisis de inscripciones fragmentarias.
“Es una herramienta transformadora”, afirmó la reconocida clasicista Mary Beard, de la Universidad de Cambridge.
Su colega de Oxford, el historiador Jonathan Prag, añadió que el verdadero valor de Aeneas radica en democratizar el acceso a este tipo de investigaciones: “Antes solo quienes tenían décadas de experiencia o acceso a bibliotecas masivas podían trabajar así. Ahora muchos más podrán contribuir, aunque siempre será clave usar el sistema con juicio crítico.”
El latín resucita… con ayuda del silicio
Además de facilitar la reconstrucción textual, Aeneas permite identificar patrones regionales, usos lingüísticos y prácticas culturales olvidadas. Sus creadores han puesto el sistema a disposición de la comunidad académica global, y sus capacidades se detallan en un estudio reciente publicado en la revista científica Nature.
Para un imperio que hace dos milenios dominaba gran parte del mundo conocido, resulta irónico —y profundamente poético— que sea una inteligencia artificial del siglo XXI la que esté ayudando a descifrar sus voces perdidas.
Como diría Virgilio, a quien Aeneas —el héroe homónimo de esta herramienta— inspiró: «Forsan et haec olim meminisse juvabit» (Tal vez algún día, incluso esto será grato de recordar).
Hoy, gracias a Aeneas, ese día parece haber llegado.
Crédito fotográfico: Frances Lehman Loeb Art Center