
THE LATIN VOX (17 de agosto del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
El Fitzroy, el majestuoso río que atraviesa Rockhampton en el estado de Queensland, será sede de las competencias de remo y canotaje en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Brisbane 2032. Sin embargo, lo que debería ser un motivo de orgullo nacional ha desatado un debate inesperado: ¿es seguro celebrar pruebas deportivas en aguas que también habitan cocodrilos marinos, los reptiles más grandes y temidos del planeta?
En la sede del Fitzroy Canoe Club, un modesto galpón verde en la ribera del río, la convivencia con los saurios es un tema cotidiano. Allí, consejos de seguridad cuelgan en la pared bajo el título “Croc Wise”: entrar al bote rápidamente, evitar arrastrar brazos o piernas en el agua y, en caso de volcar, salir lo antes posible. La mascota del club, un cocodrilo de peluche llamado “Fitzy”, recuerda con humor la cercanía de los depredadores.
Los locales aseguran que el peligro está sobredimensionado. “Aquí llevamos remando desde los años setenta y nunca hemos tenido un incidente”, afirma John Mackenzie, secretario del club. “Los cocodrilos no buscan a la gente. Es más probable que tengas un accidente de coche que un encuentro con uno”.
Pero no todos comparten su tranquilidad. Steve Diehm, vecino de Rockhampton y apasionado del esquí acuático, decidió hace pocos años dejar de practicar su deporte en el Fitzroy tras ver imágenes de un cocodrilo de 4,5 metros capturado en la zona. “Ahí es donde yo esquié con mis hijos durante quince años. Cuando lo vi, sentí un nudo en el estómago. Ya no me parece seguro”, confiesa.
Los científicos tampoco ocultan sus dudas. El profesor Craig Franklin, experto en cocodrilos de la Universidad de Queensland, considera que elegir este escenario para pruebas olímpicas es una temeridad. “Estamos hablando del hábitat natural de la especie de cocodrilo más grande y posiblemente la más peligrosa del mundo. No me parece prudente”, advirtió.
El gobierno de Queensland ha intentado tranquilizar a la población con su plan de manejo: aguas arriba del “barrage”, una presa que divide el Fitzroy en zona salada y dulce, los guardabosques están autorizados a retirar a todo ejemplar de más de dos metros o que muestre conductas agresivas. Aun así, expertos recuerdan que los cocodrilos son capaces de recorrer grandes distancias, incluso cruzar barreras artificiales o desplazarse por tierra.
La polémica llega en un momento en que Australia intenta equilibrar conservación y seguridad. Desde que fueron protegidos en la década de 1970, los cocodrilos marinos han recolonizado gradualmente ríos y estuarios del norte del país, donde habían sido cazados casi hasta la extinción. Hoy, para muchos, su regreso simboliza la vitalidad de un ecosistema que se resiste a ser domesticado.
“Sí, hay riesgos”, admite Mackenzie, mientras observa a pelícanos y tortugas romper la superficie del río al amanecer. “Pero ese es precisamente el encanto del Fitzroy: es un río vivo”.
Mientras unos lo ven como un santuario natural y otros como una amenaza latente, el Fitzroy ya es protagonista de uno de los debates más singulares en la antesala de los Juegos Olímpicos: ¿pueden convivir cocodrilos y atletas en la misma pista?
Crédito fotográfico: The Business Standard