Los experimentos de control mental de la CIA en Canadá

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Durante dos décadas, la CIA realizó experimentos de control mental en Montreal que luego influyeron en las modernas técnicas de “interrogatorio mejorado” utilizadas en Abu Ghraib. La CIA sigue eludiendo la rendición de cuentas por sus acciones.

En 1950, en plena Guerra Fría, la CIA inició un programa ultrasecreto llamado MK-Ultra, destinado a desarrollar procedimientos y drogas que pudieran utilizarse durante los interrogatorios para debilitar a las personas y forzar confesiones mediante el lavado de cerebro y la tortura psicológica.

La agencia utilizó organizaciones de fachada para acercarse a más de ochenta instituciones y científicos en Estados Unidos, Reino Unido y Canadá. Uno de los lugares donde se llevaron a cabo los experimentos fue el Instituto Allan Memorial, un centro psiquiátrico y de investigación de la Universidad McGill, en Montreal.

Allí, el psiquiatra Donald Ewen Cameron, financiado por la CIA, sometió a cientos de pacientes a electroshock, hipnosis, privación sensorial, abuso verbal y sexual, y otras formas de tortura, con el fin de borrar sus mentes y reprogramarlas con nuevas personalidades. Muchos de los pacientes eran personas normales que habían acudido al instituto por problemas menores, como depresión o ansiedad.

Los experimentos dejaron secuelas irreversibles en las víctimas, que sufrieron daños cerebrales, pérdida de memoria, alucinaciones, trastornos de personalidad y tendencias suicidas. Algunos de ellos ni siquiera recordaban haber participado en los experimentos, y solo se enteraron décadas después, cuando se desclasificaron los documentos de la CIA.

Los hallazgos de los experimentos sirvieron para diseñar métodos de coerción psicológica, que formaron la base de las técnicas de interrogatorio y jugaron un papel importante en los infames “memorandos de tortura” del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Estos métodos tuvieron una gran influencia en las llamadas prácticas de contrainteligencia empleadas durante la guerra de Irak.

Los experimentos no solo cruzaron los límites éticos, sino que también plantearon profundas cuestiones de responsabilidad y justicia. Esto es especialmente cierto a la luz de las demandas colectivas iniciadas por los que sufrieron los experimentos de Montreal. Aunque la reciente decisión del Tribunal Superior de Quebec ha puesto de relieve esta batalla legal, la naturaleza esquiva de la justicia en los casos que involucran operaciones encubiertas de la CIA sigue nublando el horizonte, haciendo que una resolución rápida parezca lejana.


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