
THE LATIN VOX (3 de agosto del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Tres meses han pasado desde que el Papa León XIV, el primer papa estadounidense en la historia de la Iglesia católica, asumió el timón espiritual de más de 1.300 millones de fieles.
Si bien su inicio ha sido notablemente más discreto que el de su predecesor, el desaparecido Francisco, el estilo de Leo —más introspectivo, meticuloso y profundamente marcado por la tradición agustiniana— comienza a delinear un papado enfocado en la escucha, la unidad y la diplomacia serena.
Un agustino en la silla de Pedro
Nacido como Robert Prevost en Chicago y ex superior general de la orden agustiniana durante 12 años, Leo XIV ha sorprendido a muchos por su cautela y bajo perfil.
Apenas unos días después de su elección, en mayo, visitó de forma inesperada la sede internacional de los agustinos en Roma, un gesto de humildad y hermandad que refleja su deseo de mantenerse cercano a sus orígenes.
“Nos aseguró: ‘Nunca dejaré de ser su hermano’”, recuerda emocionado el padre Pasquale Cormio, rector de la Basílica de San Agustín, quien compartió con él la formación sacerdotal.
Entre la discreción y la acción
En contraste con el estilo frontal y carismático de Francisco —quien revolucionó el papado con gestos simbólicos, frases icónicas como “¿Quién soy yo para juzgar?” y viajes tempranos como el de Brasil en 2013—, León XIV ha optado por escuchar antes de hablar.
Aún no ha realizado nombramientos clave ni emitido grandes reformas. En su lugar, ha mantenido una agenda repleta de audiencias privadas, donde ha buscado comprender las tensiones internas de una Iglesia que, tras el pontificado de Francisco, sigue dividida entre progresistas y ultraconservadores.
Sin embargo, su voz ya se ha hecho sentir con fuerza en el terreno geopolítico. En estos tres meses, Leo ha recibido dos veces al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy, ha conversado por teléfono con Vladimir Putin, y ha ofrecido al Vaticano como sede neutral para eventuales negociaciones de paz.
Su postura frente a la guerra en Gaza también ha sido clara y firme, especialmente tras el bombardeo israelí que mató a tres personas en la única iglesia católica del enclave.
“Condenó la barbarie y el uso indiscriminado de la fuerza por parte de Israel”, señala el periodista vaticanista Marco Politi, quien asegura que esta contundencia representa una nueva etapa en la diplomacia vaticana, más prudente pero no menos directa.
Un liderazgo compartido
En su misa inaugural, Leo dejó claro que su visión del papado no es la del «líder solitario». Cediendo el micrófono a otras voces del Vaticano tras el ataque en Gaza —como al cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, o al patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa—, evidenció un cambio de enfoque en la gestión del poder.
“No quiere ser como Francisco, que muchas veces actuaba en solitario”, afirma Politi. “Leo apuesta por una Iglesia sin jerarquías rígidas, donde el Papa no esté por encima, sino junto a los demás.”
En este sentido, su estilo se alinea con su formación agustiniana, que prioriza la comunidad sobre el individuo, y la colaboración sobre el protagonismo personal. Aunque ha restaurado algunas costumbres papales —vive en el Palacio Apostólico y ha retomado los veranos en Castel Gandolfo—, su liderazgo es menos mediático y más reflexivo.
Continuidad progresista, sin estridencias
A pesar de los matices en el estilo, el rumbo general no cambia. La elección de León XIV, según analistas, fue una señal clara de que el camino progresista iniciado por Francisco no será revertido.
Las facciones más conservadoras del colegio cardenalicio, que esperaban utilizar el cónclave como un juicio contra el legado de Francisco, fracasaron en imponer su visión retrógrada.
“Leo fue elegido precisamente porque garantiza continuidad sin provocar rupturas internas”, señala Politi.
En tiempos marcados por la polarización dentro y fuera de la Iglesia, León XIV parece haber entendido que el silencio, la escucha y la paciencia pueden ser tan revolucionarios como las palabras audaces.
En vez de imponer, invita al diálogo; en lugar de sobresalir, construye comunidad. Su papado no ha comenzado con estridencia, pero cada gesto está cargado de significado. Y en una institución con más de dos mil años de historia, eso puede ser el inicio de algo verdaderamente duradero.
Crédito fotográfico: Catholic News Agency