En un giro inesperado de los acontecimientos, Mongolia ha emitido una declaración que ha dejado a la comunidad internacional perpleja. El gobierno mongol ha expresado un “lo sentimos, pero no tanto” después de no haber ejecutado la orden de arresto internacional contra el presidente ruso, Vladimir Putin, durante su reciente visita oficial al país.
Mongolia, un país enclavado entre las superpotencias de Rusia y China, se encuentra en una posición geopolítica delicada. La nación importa el 95% de sus productos petrolíferos y más del 20% de su electricidad de sus vecinos inmediatos. Esta dependencia energética ha sido citada como una de las razones principales por las que Mongolia no pudo cumplir con la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) en marzo del año pasado, que acusa a Putin de crímenes de guerra relacionados con la deportación y transferencia de niños desde áreas ocupadas de Ucrania a Rusia.
Un portavoz del gobierno mongol declaró a POLITICO: «Nuestras manos están atadas. La interrupción de estos suministros críticos pondría en peligro nuestra existencia y la de nuestro pueblo». Mongolia ha mantenido históricamente una política de neutralidad en todas sus relaciones diplomáticas, y esta situación no ha sido la excepción.
La falta de acción de Mongolia ha generado una ola de críticas a nivel mundial. La Unión Europea, Ucrania y organizaciones internacionales de derechos humanos como Amnistía Internacional han instado a Mongolia a cumplir con sus obligaciones. Heorhii Tykhii, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, calificó la inacción de Mongolia como «un golpe duro para la CPI y el sistema de justicia penal internacional». Tykhii añadió: «Mongolia permitió que un criminal acusado escapara de la justicia, compartiendo así la responsabilidad por sus crímenes de guerra. Trabajaremos con nuestros socios para asegurar que esto tenga consecuencias para Ulaanbaatar».
Durante la visita, Putin invitó al presidente mongol, Ukhnaagiin Khürelsükh, a la cumbre de los BRICS que se celebrará en Rusia en octubre. Esta invitación ha sido vista por muchos como un intento de fortalecer los lazos entre ambos países en medio de la creciente presión internacional.
La situación plantea preguntas difíciles sobre el equilibrio entre la diplomacia y la justicia internacional. Mongolia, con una población de 3.3 millones de personas, se encuentra en una encrucijada, tratando de navegar entre sus obligaciones internacionales y su supervivencia económica.
La declaración de Mongolia de “lo sentimos, pero no tanto” refleja la complejidad de su posición geopolítica y las difíciles decisiones que enfrenta en un mundo cada vez más polarizado.