Opinión: Donald Trump convierte a Charlie Kirk en símbolo del nuevo nacionalismo conservador

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THE LATIN VOX (24 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

Hace dos semanas, las banderas de Estados Unidos ondeaban a media asta en la capital del país. Pero no fue por la muerte de un presidente, una figura militar o un servidor público.

Fue por Charlie Kirk, un provocador de extrema derecha, influenciador juvenil del movimiento MAGA y podcaster incendiario, asesinado el pasado 10 de septiembre. En un acto cargado de simbolismo político, la Casa Blanca ordenó el gesto solemne, marcando su muerte como una tragedia nacional.

Lo que para algunos fue un homenaje a la libertad de expresión, para muchos otros —particularmente comunidades racializadas, LGBTQ+ y mujeres— fue una afrenta directa: la canonización de un hombre cuya vida pública se construyó sobre el acoso, la desinformación y el desprecio por los derechos de los demás.

¿Un héroe o un símbolo peligroso?

Charlie Kirk no fue un funcionario electo, ni un veterano, ni un héroe civil. Fue un comunicador agresivo, conocido por sembrar odio y ganar poder político alimentando la humillación pública y la división social.

Su organización, Turning Point USA, se dedicó a atacar universidades, promover listas negras de profesores y acosar estudiantes progresistas, todo bajo el pretexto de “libertad de expresión”.

Y sin embargo, en los días posteriores a su asesinato, el Congreso guardó un minuto de silencio (interrumpido por una oración polémica), la Cámara de Representantes aprobó una resolución elogiando su vida con apoyo bipartidista, y siete equipos de la NFL realizaron homenajes en su honor, incluyendo imágenes suyas proyectadas en los estadios, como si de un jefe de Estado se tratase.

En el estadio de los Dallas Cowboys, una gigantografía de Kirk apareció junto a la frase “End Racism” pintada en la zona de anotación. Un gesto que rozó lo absurdo: la misma liga que castigó a jugadores negros por arrodillarse en protesta contra la brutalidad policial, ahora honraba a alguien que llamó al movimiento Black Lives Matter “terrorismo cultural”.

La reescritura oficial de la historia

Desde el anuncio de Donald Trump de que otorgará a Kirk la Medalla Presidencial de la Libertad de manera póstuma, la estrategia parece clara: no se trata de un homenaje individual, sino de una operación de blanqueamiento político. Lo que está en juego no es la persona, sino lo que representa.

Este tipo de exaltación no es nuevo. Historiadores como David Blight han señalado cómo los monumentos confederados del siglo XX no fueron construidos para honrar a los caídos, sino para enviar un mensaje político claro: el poder blanco y conservador aún dominaba el relato nacional. Hoy, los homenajes a Kirk cumplen una función similar: reafirmar que su visión excluyente y extremista de Estados Unidos es ahora digna de respeto institucional.

Silenciar las voces críticas

Mientras se construye la narrativa del “mártir conservador”, quienes se oponen a su canonización enfrentan represalias. Profesores universitarios que criticaron a Kirk han sido amenazados. Periodistas despedidos. Funcionarios públicos presionados a callar.

Esto ocurre mientras su legado digital —que incluye afirmaciones como que la empatía es una “palabra dañina inventada por la nueva era”, y que las mujeres negras en política “carecen de capacidad cognitiva”— es redefinido como “activismo por la libertad de expresión”. Su defensa de teorías como el reemplazo demográfico o el eugenismo es convenientemente ignorada.

La investigadora de derechos civiles [Nombre de autora] lo resumió así:

“No lloramos por Kirk porque estos homenajes no están hechos para nosotros. Son para consolidar el poder que siempre buscó: un poder que excluye, castiga y reescribe la verdad.”

El precio de la reconciliación selectiva

Así como la posguerra civil en EE.UU. ignoró el legado de la esclavitud para permitir una rápida reconciliación blanca, hoy la exaltación de Kirk plantea una reconciliación falsa: una que deja fuera a las mismas comunidades que fueron blanco de su odio.

¿Qué mensaje envía esto a los millones de personas que Kirk despreció en vida? Que el país no solo lo perdona, sino que lo celebra. Que sus ideas extremistas pueden ser recompensadas con honores oficiales.

Y que el nuevo patriotismo es selectivo: se construye sobre la exclusión, no sobre la igualdad.

¿Un legado que perdurará?

A medida que crece la crítica dentro y fuera del país, una pregunta persiste: ¿será Kirk recordado como un mártir, o como el símbolo de una democracia en crisis?

Lo que está claro es que su elevación a figura nacional no es neutral ni accidental. Es un acto deliberado de reescribir la historia contemporánea, disfrazando de heroísmo lo que fue, en esencia, una carrera construida sobre el desprecio a la dignidad ajena.

Crédito fotográfico: Reuters


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