THE LATIN VOX (7 de noviembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
La política estadounidense siempre ha sido una fuente de fascinación, preocupación y, en muchos casos, incertidumbre para los canadienses. Vivir al lado de la democracia más poderosa del mundo puede ser reconfortante, pero también implica una constante exposición a lo impredecible. Si bien la cercanía geográfica y las relaciones económicas estrechas brindan una cierta seguridad, las sorpresas en la Casa Blanca, como el regreso de Donald Trump a la política, renuevan esa sensación de vulnerabilidad.
En 2016, la elección de Trump en un giro político inesperado dejó a Ottawa sumida en la confusión. La administración de Justin Trudeau se vio obligada a adaptarse rápidamente a las políticas del nuevo presidente, y su mandato estuvo marcado por una serie de desafíos, desde la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hasta las decisiones radicales en inmigración y comercio. Sin embargo, esos años de tensión podrían haber sido solo el comienzo de lo que podría ser un futuro aún más incierto para Canadá, ya que el regreso de Trump a la contienda presidencial podría poner a prueba una vez más las capacidades diplomáticas y políticas del país.
La sombra de Trump en el horizonte canadiense
El estrechamiento de la relación entre Canadá y Estados Unidos ha sido siempre un tema central de la política canadiense. Sin embargo, la polarización y los vaivenes impredecibles de la política estadounidense bajo el mandato de Trump llevaron a Ottawa a un terreno inexplorado. Durante los años de su presidencia, la administración Trump no solo desmanteló acuerdos internacionales cruciales, como el Tratado de París sobre el cambio climático, sino que también impuso políticas que afectaron directamente a Canadá. La renegociación del TLCAN, una disputa comercial por los aranceles al acero y al aluminio, y la crisis de los inmigrantes cruzando desde los EE. UU. hacia Canadá por Roxham Road marcaron solo algunos de los puntos álgidos.
El 2018 fue especialmente complicado: los aranceles sobre productos canadienses y el malestar generado por las tensiones en la cumbre del G7 en Charlevoix, Quebec, dejaron claro que las relaciones bilaterales estaban en su punto más bajo en décadas. Bob Rae, entonces diplomático canadiense, describió ese momento como «tan difícil como hemos enfrentado como nación», subrayando la complejidad de gestionar una relación con un vecino impredecible. Además, la administración Trump se embarcó en políticas que, por su naturaleza, obligaban a Canadá a responder constantemente. Desde la separación de familias migrantes en la frontera hasta el uso de la fuerza contra manifestantes, Trudeau y sus ministros se vieron en la obligación de gestionar no solo la diplomacia cotidiana, sino también la defensa de los valores y principios que definían a Canadá frente a la opinión pública internacional.
Biden: ¿un alivio temporal?
La llegada de Joe Biden a la presidencia en 2020, con su promesa de restaurar la estabilidad política y el multilateralismo, ofreció un respiro a los canadienses. Durante los primeros meses de su mandato, Canadá experimentó un alivio palpable: el retorno a acuerdos como el Tratado de París y el restablecimiento de relaciones más cordiales con aliados internacionales trajeron consigo la esperanza de que los años de la administración Trump fueran una aberración. En ese sentido, se pensó que Biden podría devolver las cosas a su curso «normal».
Pero este optimismo resultó ser una ilusión. El regreso de Trump, tras sus esfuerzos por recobrar el poder y su influencia en el Partido Republicano, demuestra que la presidencia de Estados Unidos bajo su mandato no fue un accidente ni un fenómeno efímero. El resultado de las elecciones de este año se presenta como un recordatorio de que, mientras la política canadiense se ha orientado tradicionalmente hacia la estabilidad y la cooperación, el factor impredecible de los EE. UU. sigue siendo una constante amenaza a la que Ottawa debe hacer frente.
El dilema canadiense: ¿cómo prepararse para lo impredecible?
Para los canadienses, la política estadounidense no es solo un entretenimiento, es un referente constante que influencia, en ocasiones de manera involuntaria, la forma en que se perciben a sí mismos. ¿Cómo se prepara un país para las políticas de un presidente cuya primera y última regla es la imprevisibilidad? ¿Cómo gestionar las relaciones comerciales, diplomáticas y de seguridad con una potencia que cambia radicalmente de dirección con cada elección?
El regreso de Trump no solo revivirá viejas tensiones, sino que podría exponer a Canadá a nuevas formas de incertidumbre. La renegociación del comercio, las políticas migratorias y la lucha contra el cambio climático volverán a ser temas de fricción. La influencia de Trump, tanto a nivel nacional como internacional, podría reconfigurar el panorama global, y Canadá, siempre al margen de las decisiones cruciales de su vecino, se verá obligado una vez más a adaptarse, improvisar y responder con prudencia.
En este momento de incertidumbre renovada, los canadienses deben prepararse para otra serie de desafíos que pondrán a prueba no solo la diplomacia de Ottawa, sino también la resiliencia de su identidad como nación frente a los cambios en la Casa Blanca.
Crédito fotográfico: Julia Demaree Nikhinson/AP Photo