
THE LATIN VOX (19 de octubre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
La escena parecía sacada de un guion político global: mientras Donald Trump se pavoneaba en Sharm el-Sheikh proclamando un ficticio acuerdo de paz entre Israel y Hamás, en Pekín, Xi Jinping afinaba su estrategia para enfrentarse al mandatario estadounidense en un duelo que podría definir el rumbo del siglo XXI. Según analistas, solo uno de los dos saldrá vencedor, y todo apunta a que Xi está tomando la delantera.
La creciente confrontación entre Estados Unidos y China ya no se libra solo en los mercados o en las redes diplomáticas, sino en el terreno simbólico del poder mundial. Trump, impulsado por su lema de “America First”, ha aislado a Washington de aliados tradicionales y emergentes, dejando un vacío que Pekín no duda en ocupar con precisión estratégica.
La nueva arma de China: los minerales del siglo XXI
El detonante de la última escalada fue la decisión de China de restringir las exportaciones de minerales raros y componentes magnéticos, materiales clave para la producción de todo: desde teléfonos móviles hasta misiles de crucero y submarinos nucleares. Con un control casi absoluto sobre estos recursos, Pekín ha transformado un sector industrial en un instrumento de presión geopolítica.
Las nuevas normas, que podrían entrar en vigor el próximo mes, prohíben el uso de estos materiales para fines militares y extienden la jurisdicción china a empresas extranjeras que los utilicen en sus cadenas de suministro. En otras palabras, China está jugando el mismo juego que Estados Unidos ha practicado durante décadas, pero con un dominio de mercado mucho mayor.
La reacción de Trump fue inmediata: amenazó con imponer aranceles del 100% y cancelar su próxima reunión con Xi. Sin embargo, tras el pánico bursátil que desató su anuncio, retrocedió. Las represalias comerciales continúan, y con ellas, el temor a una recesión global.
Trump pierde aliados; Xi gana terreno
Mientras Trump improvisa y se contradice, Xi avanza con una estrategia calculada. En palabras del ministro chino de Comercio, Pekín “no busca la confrontación, pero tampoco teme defender sus intereses”. En realidad, el presidente chino parece decidido a reconfigurar el orden mundial: un mundo multipolar donde Estados Unidos ya no dicte las reglas.
Las consecuencias del “América Primero” son visibles: Europa se distancia, Asia duda y los países del sur global encuentran en China un socio dispuesto a escuchar. A medida que Washington reduce su ayuda internacional y debilita su influencia diplomática, Pekín multiplica sus iniciativas: el Programa de Desarrollo Global, la Iniciativa de Seguridad Global y su liderazgo en el bloque BRICS, donde Rusia, India, Irán y otros regímenes autoritarios han encontrado refugio bajo el paraguas chino.
Un pulso desigual
Los datos son elocuentes. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), China está aumentando su capacidad de producción militar cinco o seis veces más rápido que Estados Unidos. Mientras tanto, las exportaciones chinas hacia el resto del mundo siguen creciendo, pese a la guerra comercial iniciada por Trump: las ventas a EE.UU. cayeron un 27%, pero las globales subieron un 8,3%.
En contraste, los agricultores estadounidenses perdieron el mercado chino de la soya —ahora en manos de Brasil— y los consumidores enfrentan precios más altos en productos fabricados, en su mayoría, en China.
El tablero mundial se reconfigura
Xi Jinping ha comprendido que el repliegue estadounidense ofrece una oportunidad histórica. Su apuesta no es solo económica, sino civilizatoria: convertir a China en el nuevo eje de referencia global, apoyado en un discurso de cooperación, estabilidad y respeto mutuo que seduce a naciones cansadas del intervencionismo de Washington.
Trump, por su parte, continúa presentándose como el “duro” del escenario internacional, pero su impulsividad y falta de estrategia lo han convertido en un adversario previsible. En el pulso entre un líder calculador y un improvisador, el desenlace parece cada vez más claro.
Europa, entre la indiferencia y el desconcierto
El Reino Unido, mientras tanto, observa desde la barrera. Marginado de Bruselas, incomprendido por Pekín y con una relación desigual con Washington, Londres corre el riesgo de quedar relegado a un papel irrelevante en esta nueva era de realineamientos globales.
En el tablero del poder mundial, Trump juega a corto plazo; Xi, a largo. Y en una partida de paciencia estratégica, la historia suele recordar no a quien grita más fuerte, sino a quien sabe esperar el momento exacto para mover sus piezas.
Crédito fotográfico: The Japan Times