
THE LATIN VOX (8 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
En un movimiento tan simbólico como polémico, la FIFA ha inaugurado una oficina en la icónica Trump Tower de Nueva York, fortaleciendo sus vínculos con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en medio de la creciente presencia del fútbol mundial en suelo estadounidense.
La apertura de esta nueva sede fue anunciada el lunes por la noche durante un evento en el que se exhibió el trofeo del Mundial de Clubes en el lobby del rascacielos situado frente a Central Park. La ceremonia contó con la presencia del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, el legendario delantero brasileño Ronaldo y Eric Trump, hijo del presidente y vicepresidente ejecutivo de la Organización Trump.
“FIFA es una organización global, y para ser verdaderamente global, uno tiene que estar en todas partes. Por eso estamos en Nueva York”, declaró Infantino. “Gracias, Eric. Y gracias, por supuesto, al presidente Trump también”.
Fútbol y política: una relación cada vez más visible
La apertura de la oficina no solo marca un paso logístico para la FIFA —que ya cuenta con una sede en Miami, donde opera su división legal— sino también un gesto político claro: la organización deportiva más poderosa del mundo ahora alquila espacio a la empresa del presidente de EE.UU. justo antes del arranque de sus torneos más importantes.
Esta cercanía entre Infantino y Trump no es nueva. En los últimos años, el presidente de la FIFA ha acompañado al mandatario estadounidense en diversos eventos públicos, incluida una visita al Despacho Oval donde le entregó el trofeo del Mundial de Clubes, el cual se mantuvo en exhibición durante varios actos oficiales.
Infantino también fue parte de la comitiva presidencial que viajó este año al Medio Oriente, provocando su tardanza en el congreso anual de la FIFA en Paraguay. Esta ausencia generó protestas por parte de los delegados y duras críticas por parte de la UEFA, que acusó a Infantino de anteponer “intereses políticos privados” a sus responsabilidades con la organización.
¿Neutralidad comprometida?
La elección de la Trump Tower como nueva sede ha encendido alarmas entre observadores internacionales, quienes cuestionan si la FIFA —históricamente criticada por su opacidad y cercanía con gobiernos autoritarios— está cruzando una nueva línea al establecer vínculos comerciales directos con el jefe de Estado de un país anfitrión.
La organización no ha dado detalles sobre qué departamentos operarán desde la torre neoyorquina, pero la decisión llega justo cuando EE.UU. se prepara para ser sede del Mundial 2026, en una edición que promete ser la más lucrativa de la historia. La FIFA, como inquilina de un edificio propiedad del presidente en ejercicio, enfrenta un posible conflicto de intereses sin precedentes.
Por su parte, Eric Trump no ocultó su entusiasmo. “En nombre mío, de Nueva York, de la Trump Organization y de todos los que trabajamos en este edificio —los amamos. Estamos honrados y emocionados por todo lo que FIFA está haciendo”, dijo durante el evento.
Críticas desde dentro y fuera
Human Rights Watch ha exigido a Infantino que revele detalles del viaje a Medio Oriente con Trump, un asunto que aún no ha sido aclarado públicamente. Dentro de la propia FIFA, algunos delegados comienzan a expresar en privado su preocupación por la creciente politización del organismo.
En respuesta, Infantino defendió su agenda en el congreso de Paraguay: “Como presidente de la FIFA, mi responsabilidad es tomar decisiones en beneficio de la organización. Sentí que debía estar allí para representar al fútbol y a todos ustedes”.
¿Dónde termina el fútbol y comienza la política?
La instalación de la FIFA en la Trump Tower no es solo una mudanza administrativa. Es, para muchos, un símbolo claro de hasta qué punto se entrelazan hoy el deporte, el poder y la geopolítica. Con la Copa del Mundo a la vuelta de la esquina, y una Casa Blanca cada vez más involucrada en el universo del fútbol, el mundo observará de cerca cómo evolucionan estas relaciones —y quién termina beneficiándose más de este estrecho vínculo.
Una cosa es clara: en el partido entre fútbol y política, el marcador sigue abierto… pero el árbitro parece haber colgado el silbato.
Crédito fotográfico: The New York Times