Este año, el Canal de Lachine, una de las arterias históricas de Montreal, celebra su bicentenario, un hito que refleja dos siglos de transformación radical. De ser una vía industrial clave para el comercio, pasando por un largo periodo de declive y abandono, hasta convertirse en un motor de gentrificación y desarrollo inmobiliario, el canal ha sido testigo de los cambios más significativos en la ciudad. Hoy, mientras algunas de sus viejas fábricas y silos son convertidos en exclusivos lofts, el debate sobre su futuro resuena con fuerza en Montreal.
Una historia de trabajo y conflictos
La idea de un canal que evitara las peligrosas cataratas de Lachine data de los primeros días de la ciudad, pero no fue hasta 1821 cuando comenzaron los trabajos para hacerla realidad. Iniciado por comerciantes de Montreal preocupados por el avance del Canal de Erie en los Estados Unidos, la construcción del Canal de Lachine se completó en 1825. Este canal, de 14 kilómetros, fue construido principalmente por inmigrantes irlandeses, que se asentaron en lo que hoy conocemos como Griffintown.
Las condiciones laborales en aquel entonces eran extremadamente duras. En 1843, un conflicto laboral durante una expansión dejó varios muertos, y la sangre marcó el inicio de una era de trabajo industrial intenso a lo largo de sus márgenes. En sus primeras décadas, el canal conectó a Montreal con los Grandes Lagos y facilitó el crecimiento económico del país, pues diversas fábricas se establecieron a su alrededor, aprovechando la energía hidráulica y la capacidad para desechar sus desechos directamente al canal.
El auge y la caída de un motor económico
Al principio del siglo XX, el Canal de Lachine era el núcleo de la actividad industrial de Montreal, con fábricas que iban desde molinos de harina hasta la gigantesca refinería de azúcar Redpath. Sin embargo, con la apertura de la Vía del San Lorenzo en 1959, el canal comenzó a perder su relevancia, y muchas de las fábricas cerraron en los años posteriores. Las comunidades de trabajadores que habían prosperado en torno al canal fueron devastadas, con una disminución del 40% en los empleos en el suroeste de Montreal.
En 1970, el canal fue cerrado permanentemente al tráfico de barcos, y durante años fue considerado nada más que una zanja de drenaje. Sin embargo, a finales de los años 70, una serie de iniciativas comenzaron a cambiar el destino del canal.
Revitalización y gentrificación: La nueva cara del Canal de Lachine
El canal, que fue designado como un sitio histórico nacional en 1996, vivió una revitalización importante a partir de 1997 bajo el auspicio de Parques Canadá. La apertura del canal para el uso de embarcaciones recreativas en 2002 marcó un punto de inflexión, atrayendo a ciclistas, corredores y turistas, con más de un millón de personas visitándolo cada año.
Hoy, el canal es un lugar vibrante donde antiguos silos industriales se han transformado en modernas instalaciones de escalada y lofts de lujo. Desarrolladores inmobiliarios han tomado el control de muchas propiedades industriales, y ahora el área está llena de condominios de alto nivel. A poca distancia de los silos de Redpath, la antigua refinería ha sido convertida en exclusivos apartamentos de ladrillo rojo, accesibles solo para aquellos que pueden permitirse pagar una pieza de la historia.
Florian Mayneris, profesor de economía en la Universidad de Quebec en Montreal, señala que esta revitalización ha acelerado el proceso de gentrificación en el área. “El Canal de Lachine ha experimentado una transformación mucho más rápida que otros vecindarios del centro de Montreal”, dice Mayneris. Mientras tanto, el alcalde del distrito suroeste de Montreal, Benoit Dorais, asegura que la ciudad está buscando atraer startups tecnológicas y empresas de economía social a las antiguas zonas industriales, como una forma de revitalizar la zona sin perder su esencia histórica.
El debate sobre el futuro del Canal
A pesar de los beneficios económicos generados por la gentrificación, no todos están contentos con la transformación del Canal de Lachine. En los últimos años, ha habido una feroz batalla por los antiguos silos de Canada Malting, con grupos comunitarios pidiendo que se construyan viviendas asequibles en lugar de más proyectos de lujo. Sin embargo, como explica Dorais, los desarrolladores son los únicos que tienen los recursos para restaurar estos antiguos sitios industriales, que requieren una costosa limpieza de contaminantes y restauración del patrimonio.
El profesor Steven High, de la Universidad Concordia, reflexiona sobre lo que significa conservar el patrimonio en este contexto. «¿Descansa el patrimonio en los ladrillos y morteros o, en realidad, está en las comunidades y las personas mismas?», se pregunta. La revitalización del canal ha preservado el caché de sus antiguos silos y fachadas de ladrillo rojo, pero, según High, este proceso también ha alejado a las familias de clase trabajadora que durante generaciones vivieron en la zona, pues no pueden permitirse los altos precios de las nuevas viviendas.
Un canal con un futuro incierto
A 200 años de su inauguración, el Canal de Lachine sigue siendo un símbolo de Montreal, una ciudad que se reinventa continuamente. Aunque su legado industrial sigue vivo en sus aguas y en sus estructuras de ladrillo, el futuro del canal parece estar en manos de quienes pueden permitirse ser parte de su nueva cara, dejando atrás a los habitantes tradicionales que lo hicieron prosperar.
El Canal de Lachine, como microcosmos de Montreal, nos recuerda que el progreso y el desarrollo no siempre van de la mano con la preservación de la historia y las tradiciones de la ciudad.
Crédito fotográfico: Parks Canada