
THE LATIN VOX (15 de noviembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En un momento de fuerte turbulencia en el comercio global y de una carrera por reconstruir la resiliencia económica interna, Canadá ha decidido hacer de la infraestructura pública su nueva carta estratégica.
El primer ministro Mark Carney lo dejó claro en Montreal, donde inauguró la segunda fase del Réseau express métropolitain (REM), un ambicioso sistema de trenes eléctricos que redefine la movilidad en la región y que se ha convertido en el mayor proyecto de transporte público de Quebec en medio siglo.
La expansión recién inaugurada conecta el centro de Montreal con Deux-Montagnes mediante un tramo de 30 kilómetros y 14 nuevas estaciones. Con ello, la red alcanza casi 50 kilómetros y 19 estaciones, uniendo por primera vez las riberas norte y sur de la metrópoli a través de un único sistema totalmente eléctrico.
Más allá del beneficio para los usuarios —el REM podrá transportar hasta 170000 pasajeros al día y reducir 100.000 toneladas anuales de emisiones, equivalente a retirar 30000 automóviles diarios—, Carney insistió en que la infraestructura es ahora la piedra angular de un nuevo paradigma económico: “Construir grande, construir audaz y construir Quebec fuerte para construir Canadá fuerte”.
Un megaproyecto con objetivos económicos y geopolíticos
El gobierno federal ha establecido la meta de impulsar un billón de dólares en inversiones durante los próximos cinco años, una respuesta directa a la creciente incertidumbre en los mercados internacionales.
“Debemos darnos más de lo que cualquier gobierno extranjero pueda quitarnos”, ha repetido el primer ministro como mantra económico.
El REM, junto con la profunda transformación del Aeropuerto Internacional Montréal-Trudeau, forma parte de esa estrategia para acelerar el crecimiento productivo, consolidar cadenas de suministro locales e incrementar la competitividad canadiense en un mundo donde la globalización ya no garantiza estabilidad.
En julio, la Canada Infrastructure Bank otorgó un préstamo de 1000 millones de dólares para modernizar el aeropuerto y construir una conexión directa con el REM, prevista para 2027. Este vínculo reducirá a 25 minutos el trayecto entre el centro de Montreal y la terminal internacional, un salto cualitativo tanto para la economía regional como para el turismo y la logística aérea.
Un motor de empleo y urbanismo sostenible
El proyecto ya ha generado 34000 empleos durante su construcción, y se prevé que cree otros 1.000 puestos permanentes, con un impacto estimado superior a 2000 millones de dólares en salarios. Para la ministra Mélanie Joly, se trata de “una inversión transformadora en la manera en que la gente se mueve por Montreal”, capaz de impulsar nuevos sectores estratégicos y unir mejor a trabajadores y empresas.
La expansión continuará en 2026 con la apertura hacia Anse-à-l’Orme y, un año después, con la llegada al aeropuerto. Será entonces cuando la red alcance su visión final: 67 kilómetros, 26 estaciones y un servicio regional de impacto metropolitano.
Una estrategia nacional de grandes obras
El REM no es un caso aislado. Ottawa impulsa simultáneamente otros megaproyectos destinados a crear capacidad, productividad y soberanía económica:
- Alto High-Speed Rail, el primer tren de alta velocidad de Canadá, entre Toronto, Montreal y Quebec, capaz de alcanzar 300 km/h y de ahorrar 25 millones de toneladas de emisiones.
- El nuevo terminal de contenedores de Contrecœur, que ampliará en 60% la capacidad del puerto de Montreal y generará miles de empleos.
- Modernización de infraestructura comunitaria, como el Centre sportif de Montréal-Nord.
Para Gregor Robertson, ministro de Vivienda e Infraestructura, el REM demuestra que es posible “construir comunidades fuertes” apostando por proyectos que mejoran la movilidad, impulsan la productividad y fomentan la cohesión urbana.
Una visión de país en construcción
La apuesta de Carney se distancia de la tradicional cautela fiscal canadiense: se trata de un programa de infraestructura masivo, verde y orientado al crecimiento. Es también una declaración política: en tiempos de repliegue global, Canadá busca blindarse con inversión productiva, redes de transporte modernas y capacidad industrial propia.
El REM se ha convertido así en un símbolo —tecnológico, económico y político— de un país que quiere construir más rápidamente y a mayor escala que en el pasado. Y Montreal, una vez más, se coloca en el centro del mapa canadiense como laboratorio de la infraestructura del futuro.
Crédito fotográfico: Getty Images