El reciente comentario del ministro de Justicia de Nueva Escocia, Brad Johns, afirmando que la violencia doméstica no es una epidemia, ha desatado una ola de reacciones abrumadoras y críticas en toda la provincia y más allá. Durante una conferencia de prensa el 18 de abril, en el cuarto aniversario de un tiroteo masivo que cobró la vida de 22 habitantes de Nueva Escocia, Johns minimizó la gravedad de la violencia doméstica, sugiriendo que había problemas más grandes, como las armas y la violencia en general.
Las declaraciones de Johns provocaron una respuesta inmediata y contundente. En las siguientes 30 horas, docenas de correos electrónicos expresando indignación, disgusto y decepción inundaron los buzones de correo del primer ministro de Nueva Escocia y del propio Johns. Entre los remitentes se encontraban sobrevivientes de violencia de pareja y algunos partidarios del Partido Conservador Progresista, quienes criticaron duramente las acciones de Johns. Solo dos de los aproximadamente 40 correos electrónicos recibidos fueron de apoyo.
El primer ministro Tim Houston se apresuró a distanciarse de los comentarios de Johns, afirmando que no estaba de acuerdo y que la violencia doméstica era una prioridad para su gobierno. A pesar de la disculpa pública de Johns más tarde ese mismo día, la presión continuó aumentando. La noche siguiente, Houston anunció que Johns renunciaría como ministro de Justicia.
La controversia se produjo en un momento especialmente sensible, ya que el 18 de abril marcaba el aniversario de la masacre de Portapique, un evento trágico que comenzó con un asalto brutal a la pareja del tirador y que destacó la necesidad urgente de abordar la violencia de género. El informe final de la Comisión de Víctimas Masivas, publicado en marzo del año pasado, había llamado a cambios radicales para poner fin a la violencia de género, calificándola de epidemia.
Las palabras de Johns fueron vistas como una minimización de la realidad devastadora que enfrentan muchas personas en Nueva Escocia y en todo Canadá. Organizaciones de servicios y defensores de los derechos de las víctimas expresaron su desacuerdo y subrayaron la importancia de reconocer y abordar la violencia doméstica como una crisis grave y generalizada.
En una entrevista Johns reflexionó sobre el impacto de sus comentarios y la decisión de renunciar. “Sé que mis palabras molestaron y lastimaron a la gente. Llamé y me disculpé. Cuando se hizo evidente que no todos estaban dispuestos a aceptar o creer la disculpa, sentí que era importante dar un paso atrás”, dijo Johns.
La renuncia de Johns marca un punto de inflexión en la política de Nueva Escocia, subrayando la importancia de abordar la violencia doméstica con la seriedad y urgencia que merece. La respuesta abrumadora a sus comentarios destaca la profunda preocupación y el compromiso de la comunidad para enfrentar y erradicar la violencia de género.