
THE LATIN VOX (18 de octubre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
En el corazón de la capital tecnológica del mundo, una escuela promete reescribir las reglas de la educación. Se llama Alpha School y asegura que, con ayuda de la inteligencia artificial, sus alumnos pueden aprender el doble en la mitad del tiempo.
El modelo parece salido de una novela de ciencia ficción: los estudiantes de kínder a octavo grado solo dedican dos horas al día a materias tradicionales como matemáticas o historia, guiados por algoritmos que ajustan los contenidos a su ritmo y estilo de aprendizaje.
El resto de la jornada se dedica a “habilidades para la vida”: operar un food truck, crear proyectos de diseño o aprender finanzas básicas. No hay maestros en el sentido clásico, sino “guías” que acompañan un proceso de aprendizaje autodirigido.
“Queremos que los niños aprendan más rápido y con entusiasmo”, afirma el equipo directivo de Alpha, que ya cuenta con una red de 14 colegios privados en EE.UU. y con el respaldo de empresarios de Silicon Valley y magnates como Bill Ackman. En su versión de San Francisco, la matrícula es la más cara de la ciudad.
La promesa y la duda
Alpha asegura que el 90 % de sus alumnos “aman ir a la escuela” y que sus resultados académicos están en el 1 % superior a nivel nacional. Pero detrás del entusiasmo, muchos expertos piden cautela.
“La evidencia sobre el uso de la IA en educación es prometedora, pero aún incompleta”, advierte Emma Pierson, profesora de la Universidad de California en Berkeley. “Necesitamos evaluaciones rigurosas, porque los experimentos educativos impulsados por la tecnología a veces no han beneficiado a todos los niños”.
Otros académicos apuntan que los logros de Alpha podrían deberse más a su contexto que a su metodología: sus estudiantes provienen de familias altamente privilegiadas y con gran involucramiento en la educación de sus hijos, factores que por sí solos suelen impulsar el rendimiento escolar.
Una vieja idea con rostro nuevo
Aunque Alpha vende su modelo como “revolucionario”, sus fundamentos no son del todo nuevos. “El aprendizaje autodirigido existe desde hace décadas, desde Montessori hasta las escuelas democráticas”, explica Ying Xu, investigadora de Harvard. “La diferencia es el uso intensivo de IA y la narrativa tecnológica que lo envuelve”.
De hecho, muchos de los programas que usa Alpha —como IXL, Math Academy o Duolingo— ya son habituales en escuelas públicas y privadas. Su innovación principal es un software propio, desarrollado bajo la marca 2 Hour Learning, que registra el progreso de cada estudiante y adapta el ritmo de las lecciones.
Sin embargo, la IA no sustituye a los docentes, aclaran los especialistas. “La inteligencia artificial ayuda a entender cómo aprende el alumno y sugiere el siguiente paso, pero no reemplaza el contacto humano”, dice Chris Agnew, del centro de investigación en educación con IA de Stanford.
Desigualdad digital y acceso
En una ciudad marcada por la desigualdad, la apertura de Alpha ha reavivado el debate sobre quién tendrá acceso al futuro educativo. Por ahora, el campus de San Francisco no ofrece becas, a diferencia de otros de la red, y sus costos lo sitúan fuera del alcance de la mayoría.
“¿Quiénes pueden beneficiarse de esta nueva forma de aprendizaje? ¿Los mismos que ya tienen ventajas?”, se pregunta Victor Lee, profesor en la Escuela de Educación de Stanford. “No podemos hablar de revolución si solo unos pocos participan”.
Entre el entusiasmo y la precaución
A pesar de las críticas, incluso los escépticos coinciden en que la inteligencia artificial está llamada a transformar la enseñanza. En todo los Estados Unidos, distritos escolares están incorporando la alfabetización digital y el uso responsable de IA en sus currículos.
“La clave no es resistirse a la tecnología, sino integrarla con sentido pedagógico”, señala Rose Wang, investigadora de OpenAI. “El reto está en que no todos los niños aprenderán igual con un modelo automatizado: los más seguros y autónomos se beneficiarán, pero los que necesitan guía humana podrían quedar atrás”.
Al final, la escuela del futuro quizás no esté solo en los algoritmos ni en los dispositivos, sino en cómo equilibramos la tecnología con la empatía, la curiosidad y la enseñanza humana.
Como advierte Agnew: “Ignorar la inteligencia artificial ya no es una opción para las escuelas. Pero tampoco lo es olvidar para quién y para qué enseñamos”.
Crédito fotográfico: Alpha School San Francisco