
THE LATIN VOX (28 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Los primeros ministros de Tailandia y Camboya se reúnen esta semana en Malasia en un intento por frenar el peor estallido de violencia entre ambos países en más de una década.
El presidente estadounidense Donald Trump, en un giro poco habitual de diplomacia directa, ha exigido el fin inmediato de los enfrentamientos o suspenderá las negociaciones comerciales con ambos países, incluyendo un arancel del 36% que entraría en vigor el 1 de agosto.
Con al menos 35 muertos y más de 270.000 desplazados, el conflicto ha encendido las alarmas internacionales. El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, confirmó que funcionarios del Departamento de Estado están presentes en Kuala Lumpur para respaldar las conversaciones de paz, que cuentan también con la participación de China, aliado histórico de Camboya.
Cinco días de violencia y un conflicto ancestral
El conflicto, centrado en disputas fronterizas históricas, se intensificó el jueves cuando una mina terrestre hirió a soldados tailandeses. Desde entonces, ambos gobiernos han intercambiado acusaciones, retirado a sus embajadores y cerrado cruces fronterizos, dejando las zonas limítrofes como pueblos fantasmas.
El portavoz del Ministerio de Defensa camboyano, Maly Socheata, denunció este lunes que “Tailandia ha invadido territorio camboyano con armamento pesado para apropiarse de nuestras tierras”.
Por su parte, el primer ministro tailandés en funciones, Phumtham Wechayachai, expresó su escepticismo sobre la buena fe de Camboya en las negociaciones: “Deben demostrar una voluntad genuina; eso será evaluado durante el diálogo”.
Un conflicto con rostros humanos y nacionalismo creciente
En Tailandia, se contabilizan 22 muertos, incluidos 14 civiles, mientras que Camboya ha informado de 13 fallecidos, aunque la cifra no aclara si incluye al teniente general Duong Samnieng, caído en combate el domingo. Las evacuaciones han sido masivas: 139.000 personas desplazadas en Tailandia y 134.000 en Camboya.
El gobierno tailandés ha acusado a Camboya de atacar zonas civiles, incluyendo un hospital, mientras que Camboya denunció el uso de municiones de racimo por parte del ejército tailandés.
En medio del conflicto, se cancelaron las celebraciones del 73º cumpleaños del rey tailandés Maha Vajiralongkorn. El nacionalismo, en ambos países, ha comenzado a avivarse peligrosamente. Funcionarios tailandeses han instado a la población a evitar ataques verbales o físicos contra migrantes camboyanos.
Trump y la geopolítica del comercio
Donald Trump, en declaraciones desde Washington, afirmó que ambos países “quieren resolver sus diferencias”, pero reiteró su amenaza de pausar todo acuerdo comercial si no cesan los enfrentamientos.
El uso de la política comercial como herramienta diplomática marca un enfoque característico de su administración, reforzado por la amenaza de imponer aranceles del 36% a ambos países en cuestión de días.
El telón de fondo: Viejas rencillas familiares
La tensión actual también se ve exacerbada por una enemistad personal que trasciende generaciones.
Hun Sen, ex primer ministro camboyano y padre del actual líder Hun Manet, mantiene una rivalidad de larga data con Thaksin Shinawatra, ex primer ministro de Tailandia y padre de la actual mandataria Paetongtarn Shinawatra, hoy suspendida de su cargo.
El conflicto escaló aún más cuando Hun Sen filtró una llamada telefónica privada entre él y Paetongtarn, generando indignación en Bangkok. El motivo detrás de la filtración permanece sin aclarar, pero el impacto político ha sido inmediato y profundo, subrayando el deterioro de las relaciones entre las dos familias políticas dominantes de la región.
¿Habrá paz en el horizonte?
Aunque la apertura del diálogo en Kuala Lumpur es un signo alentador, el camino hacia la paz se presenta frágil y lleno de obstáculos.
Con intereses geopolíticos en juego y viejos resentimientos personales influyendo tras bambalinas, la estabilidad en el Sudeste Asiático dependerá tanto de la diplomacia como de la voluntad real de poner fin a las hostilidades.
Por ahora, el mundo observa expectante mientras Tailandia y Camboya caminan una vez más por la delgada línea entre el diálogo y el desastre.
Crédito fotográfico: The Journal