La escalada de tensiones entre Israel e Irán está poniendo a prueba los límites de la política de Estados Unidos en la región, en un contexto marcado por el conflicto bélico en Gaza. La situación ha generado preocupaciones sobre la posibilidad de una guerra regional, mientras analistas señalan el conflicto entre el respaldo “incondicional” de EE. UU. a Israel y el objetivo declarado de evitar una guerra en la región.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha reafirmado su apoyo “férreo” a Israel, incluso frente a las amenazas de represalias por parte de Irán tras un ataque aéreo mortal en la embajada iraní en Damasco. Este respaldo se ha mantenido a pesar de las críticas y llamados a la moderación, lo que ha suscitado temores de un enfrentamiento directo entre Washington y Teherán.
El alto mando militar de EE. UU. para Oriente Medio ha viajado a Israel, lo que indica la seriedad con la que se toman las posibles represalias iraníes y la volatilidad de la situación. La guerra en Gaza ha causado devastación y ha llevado a la región al borde de un conflicto más amplio, con la comunidad internacional observando con inquietud.
Los analistas sugieren que la administración Biden debería haber condenado el ataque israelí a la embajada iraní, que violó el derecho internacional y puso en peligro a las tropas estadounidenses en la región. Sin embargo, la respuesta de EE. UU. ha sido de apoyo a Israel, privándolo de incentivos para desescalar la situación.
Este delicado equilibrio entre la defensa de un aliado y la prevención de una guerra más amplia continúa siendo un desafío para la política exterior de Estados Unidos, mientras la tensión entre Israel e Irán sigue siendo un punto crítico en la geopolítica de Oriente Medio.